Capitulo 14: La traición de Nicolas

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La calma que había logrado Enzo en las últimas semanas se vio rota de manera abrupta una fría noche de luna llena. El aire estaba cargado de una tensión que él no podía identificar del todo, pero sentía un mal presentimiento. Había notado ciertas miradas extrañas en la manada, pequeños gestos que indicaban que la situación no estaba tan controlada como había pensado.
Julián, por su parte, estaba agotado. Su embarazo había avanzado considerablemente, y las noches eran difíciles para él. Las molestias en su vientre, los movimientos del bebé y el peso emocional de estar en una situación de riesgo constante le pasaban factura. A pesar de todo, su carácter seguía siendo jovial cuando estaba con Enzo, pero en la soledad, la ansiedad se apoderaba de él.
Aquella noche, mientras Julián dormía inquieto, Enzo salió al borde del territorio de la manada para asegurarse de que todo estuviera en orden. El instinto protector lo mantenía alerta, y sentía que algo se acercaba, aunque no podía precisar qué. Mientras patrullaba en silencio, escuchó un ruido extraño a lo lejos.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el origen del sonido, pero lo que encontró fue mucho peor de lo que imaginaba.

Nicolás, el Alfa rebelde que había retado la autoridad de Enzo en más de una ocasión, estaba junto a tres Alfas más. No era una reunión casual; habían estado planeando algo, algo peligroso.
-Es ahora o nunca, no podemos seguir esperando -escuchó Enzo que Nicolás susurraba a sus aliados—. Si eliminamos a
Julián, debilitamos a Enzo, y la manada volverá a ser nuestra.
El corazón de Enzo se aceleró. No podía creer lo que estaba oyendo. Nicolás planeaba secuestrar a Julián y usarlo como peón en su lucha por el control de la manada. El pensamiento de su Omega, embarazado y vulnerable, en manos de ese traidor lo llenó de una rabia incontrolable.
Sin dudarlo, Enzo irrumpió en la escena.
—¡NICOLÁS! —rugió, su voz resonando en la oscuridad—. ¡No te atrevas!
Nicolás y los otros Alfas se giraron, sorprendidos por la presencia de Enzo, pero rápidamente adoptaron una postura defensiva.
El traidor sonrió de forma maliciosa.
-Llegás tarde, Enzo. Ya hemos decidido.
Julián va a desaparecer, y con él, tu poder.

Enzo no iba a permitir que le arrebataran a su pareja y a su hijo. Sin embargo, antes de que pudiera atacar, Nicolás señaló hacia las sombras. A lo lejos, Enzo divisó a dos Alfas más que arrastraban a Julián, que estaba inconsciente, amordazado y atado. El terror lo invadió.
-¡Soltalo ahora mismo! —rugió, su instinto alfa a flor de piel.
Nicolás rió con maldad.
—No vas a llegar a tiempo, Enzo. Esta vez, vas a perderlo todo.
El tiempo parecía detenerse mientras Enzo analizaba sus opciones. Estaba solo contra varios Alfas, y su prioridad era salvar a Julián.
Su mente trabajaba a toda velocidad, buscando una forma de adelantarse.
Con un rugido poderoso, Enzo cargó contra Nicolás, lanzándolo al suelo con una fuerza brutal. La pelea fue feroz, los golpes resonaban en el aire mientras ambos luchaban por el control. Los otros Alfas intentaron intervenir, pero Enzo, impulsado por el amor y la desesperación, se defendía con una energía casi sobrehumana. Sabía que cada segundo contaba.

-¡Julián! —gritó Enzo entre los golpes, luchando por llegar hasta donde lo tenían secuestrado.
Mientras peleaba con todo lo que tenía, notó que uno de los Alfas que retenían a Julián se giró para mirar la lucha, distrayéndose por un segundo. Eso fue todo lo que Julián necesitó.
A pesar del estado en que se encontraba, con esfuerzo y dolor, consiguió zafarse de sus ataduras y aprovechó ese instante para lanzarse al suelo, rodando para escapar de las manos de su captor.
-¡Julián, corré! —gritó Enzo desesperado, viendo a su Omega tambalearse mientras intentaba ponerse de pie.
Julián, con el instinto de proteger a su hijo y a él mismo, corrió lo más rápido que pudo en dirección a Enzo. Su vientre le dolía con cada paso, pero la adrenalina le daba la fuerza necesaria para seguir adelante. El segundo
Alfa intentó alcanzarlo, pero Enzo, en un ataque feroz, lo detuvo antes de que pudiera ponerle una mano encima.
Con Nicolás derrotado en el suelo y los otros alfas dispersos, Enzo finalmente alcanzó a Julián. Lo abrazó con fuerza, sintiendo el calor de su cuerpo temblar contra el suyo.

—¿Estás bien? —preguntó con voz ronca, temiendo la respuesta.
Julián, con los ojos llenos de lágrimas pero manteniendo esa chispa que lo caracterizaba, asintió.
—No sé cómo lo hiciste, pero me salvaste... otra vez -susurró, su acento cordobés marcando cada palabra.
Enzo, respirando entrecortadamente por el esfuerzo, acarició la cara de Julián.
—No voy a dejar que nada ni nadie te haga daño —dijo con firmeza, besando su frente-.
Vos y nuestro hijo son lo único que me importa.
La tensión del momento comenzó a disolverse, pero el peligro no había desaparecido del todo.
Aunque habían derrotado a Nicolás por ahora, Enzo sabía que la lucha por proteger a su familia no había terminado. Había enemigos entre ellos, y la única forma de asegurar su futuro era acabar con esa amenaza de una vez por todas.
—Tenemos que irnos —murmuró Enzo, tomando a Julián de la mano—. La manada ya no es un lugar seguro para nosotros.

Julián lo miró a los ojos, comprendiendo lo que eso significaba. Aunque se había resistido a la idea de abandonar su hogar, ahora sabía que era la única opción de proteger a su familia.

Juntos, corrieron a su casa para empacar lo necesario. No había tiempo que perder. Con el corazón acelerado y la certeza de que su amor era más fuerte que cualquier traición, Enzo y Julián se prepararon para huir, dispuestos a enfrentar lo que fuera por mantenerse a salvo y proteger el futuro que tanto anhelaban.

Entre el instinto y el amor AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora