A medida que pasaban las semanas, la tensión en la manada comenzó a disminuir. La pelea de Enzo con Tomás había restablecido su autoridad, pero no había eliminado del todo las dudas de algunos Alfas. Sin embargo, tanto Julián como Enzo estaban más enfocados en su creciente familia que en los murmullos que aún resonaban en el aire.
Julián, a pesar de las dificultades de su embarazo, mantenía su carácter alegre y su personalidad vivaz. Cada vez que hablaba con su fuerte acento cordobés, podía hacer sonreír a Enzo incluso en los días más oscuros. Esa chispa, esa alegría natural, era lo que lo había conquistado desde el principio, y ahora, a medida que el embarazo avanzaba, esas cualidades se volvían aún más valiosas para Enzo.
Una tarde, mientras descansaban en la casa que compartían en los límites del territorio de la manada, Julián sintió una patada fuerte desde su vientre.
—¡Mirá, mirá! —dijo emocionado, tomando la mano de Enzo y colocándola sobre su estómago—. ¡Este pendejito se mueve como loco! Va a ser un guerrero, igual que vos.
Enzo sonrió y se inclinó hacia el vientre de Julián, acariciándolo con delicadeza. Cada vez que tocaba la piel de su pareja, sentía una mezcla de asombro y responsabilidad. Ser el Alfa de la manada era una cosa, pero proteger a su familia, a Julián y al bebé, era algo mucho más importante.
—Ya lo siento —dijo Enzo, mientras el bebé seguía moviéndose con fuerza—. Este niño va a ser más fuerte que nosotros dos juntos.
Julián rió, su acento cordobés haciendo que cada palabra sonara como una canción a los oídos de Enzo. Cada vez que Julián hablaba con esa energía, Enzo no podía evitar enamorarse más.
—Che, vos sabés que este guacho va a ser terrible, ¿no? —bromeó Julián, mientras acariciaba su vientre con cariño—. Cuando nazca, no vas a tener un minuto de paz.
—Con que se parezca a vos, ya sé que me espera una vida agitada —respondió Enzo, su tono suave pero lleno de cariño.
El ambiente se sintió ligero por un momento, pero ambos sabían que las cosas no siempre serían así de fáciles. Aunque la manada había aceptado de nuevo a Enzo como su líder indiscutido, algunos Alfas aún no estaban convencidos de su capacidad para proteger a Julián y al bebé. No lo decían en voz alta, pero Enzo lo sentía en las miradas, en los pequeños gestos de distancia que algunos mostraban.
Esa noche, después de una cena tranquila, Julián decidió salir a caminar por el campo. Le gustaba la sensación del aire fresco en la piel y la forma en que el paisaje le daba una paz que solo encontraba en la naturaleza. Enzo, como siempre, lo acompañó, aunque mantenía su distancia, dándole el espacio que sabía que Julián necesitaba.
Mientras caminaban, Julián no pudo evitar pensar en lo que les esperaba en el futuro. Estaba emocionado por el bebé, pero también nervioso por lo que vendría después. La vida como un Omega embarazado en una manada de Alfas no era fácil, y aunque Enzo lo protegía de todo, sabía que las miradas curiosas y las dudas no desaparecerían con facilidad.
—Enzo, ¿alguna vez pensaste en irnos? —preguntó Julián de repente, rompiendo el silencio.
Enzo lo miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¿Irnos? ¿De la manada?
—Sí —respondió Julián, deteniéndose y mirando hacia el horizonte—. A veces pienso que sería más fácil si fuéramos solo nosotros dos, sin la presión de la manada, sin tener que demostrarle nada a nadie.
Enzo suspiró, acercándose a él y tomando su mano.
—Lo he pensado, Julián, créeme. Pero ser el Alfa de esta manada no es algo que pueda dejar tan fácilmente. Y además... esta es nuestra familia también. No todos nos ven con malos ojos. Hay quienes nos apoyan, quienes nos cuidan.
—Lo sé, pero a veces siento que estamos luchando contra una corriente que no podemos ganar. Yo... no quiero que nada le pase a nuestro bebé por culpa de esa desconfianza —confesó Julián, su voz más suave y vulnerable de lo habitual.
Enzo lo abrazó con fuerza, apoyando su cabeza en el hombro de Julián.
—Nadie va a hacerte daño, ni a vos ni al bebé. Yo me encargaré de eso. Y si algún día sentimos que ya no podemos más... entonces nos iremos. Solo nosotros tres.
Julián sonrió, aunque sabía que no sería tan fácil. El mundo de los Alfas y Omegas no era tan sencillo como decidir irse y empezar de nuevo. Pero por ahora, esas palabras de Enzo le daban el consuelo que necesitaba.
De regreso a casa, la noche era tranquila, pero en el corazón de la manada, la inquietud seguía latente. Enzo lo sabía; había una tormenta que aún no había terminado de pasar. Pero por Julián, por el bebé que estaba por llegar, estaba dispuesto a enfrentarse a cualquier desafío.
Cuando finalmente se acostaron, Julián sintió los fuertes brazos de Enzo rodeándolo, como siempre lo hacía. Y aunque el sueño tardaba en llegarle, al menos por esa noche, se permitió sentir que todo estaría bien, al menos por un momento.
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Entre el instinto y el amor AU
FanficJulián Álvarez, un Omega dulce pero testarudo, y Enzo Fernández, un Alfa dominante y protector, se ven atrapados en un destino donde la naturaleza los empuja a unirse. Entre desafíos, pasión y momentos de vulnerabilidad, ambos deberán aprender a con...