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—Mmm. Eso está muy bien. No te detengas, nene. Por favor, no te detengas nunca. 

Jisung se agachó y hundió los dedos en los mechones de ébano y cortos. El calor húmedo rodeó su pene, malditamente cerca de tragárselo entero. Se resistió a la tentación de empujarse en su boca cálida y dispuesta. No quería hacerlo demasiado duro, tenía miedo de poder causarle daño al hombre que actualmente lo chupaba.

Nunca le haría daño a su compañero.

Fuertes dedos fueron a su alrededor y jugaron con las pelotas de Jisung, con los ojos casi negros de su compañero bailando maliciosamente. Jisung pensó que había muerto e ido al cielo. Gimió, el hormigueo en sus bolas fue más fuerte ahora. Estaba cerca. Tan jodidamente cerca que podía saborearlo. Chispas de placer hormigueando corrían por su espina.

—Me correré. —Eso fue todo lo que pudo dejar salir, su cerebro tuvo un cortocircuito al minuto que la boca húmeda golpeó su pene.

Su compañero asintió, su lengua acarició la cabeza del pene de Jisung. Le chupó el pene como si fuera el último trozo de caramelo de hombre en el mundo y estuviera decidido a conseguir un pedazo.

Jisung estalló en la boca de su compañero, con el placer tan intenso que casi malditamente se bloqueó. Todo su cuerpo se apretó mientras ola tras ola de puro placer brotaban de él en Renjun Huang.

RING.

Jisung movió la caída de cabello oscuro lejos de los ojos oscuros, casi negros, y sonrió. Los labios de su compañero se entreabrieron, brillantes, regordetes por la succión que le había dado al pene de Jisung.

RING.

Él frunció el ceño. ¿Qué cojones?

Las cejas de Renjun se levantaron y abrió la boca una vez más. En el interior, su lengua se había convertido en un teléfono.

RING.

Jisung se levantó, con las sábanas pegajosas, con su cuerpo todavía palpitante de los mejores orgasmos que jamás recordaba haber tenido. Tomó su teléfono, echando un vistazo al identificador de llamadas, y arrojándolo al otro lado de la habitación. Fuera lo que fuera, Jeno podía esperar. Jisung estaba luchando contra la madre de todos los dolores de cabeza y no estaba de humor para mucho más que dormir.

A la mierda. Prefería soñar que vivir en la realidad de todos modos.

En los sueños, tenía a su compañero. No tenía que ver el desprecio en los ojos de Renjun o escuchar el disgusto en su voz cuando hablaba con Jisung. Porqué el destino había tenido a bien darle a un compañero que lo odiaba, Jisung no lo sabía. La vida sería mucho más fácil si el compañero de Renjun hubiera sido ese hijo de puta de Yangyang, el completo-humano que siempre estaba por allí.

Entonces tal vez Jisung podría haber encontrado a alguien de los suyos y estas migrañas nunca hubieran aparecido.

Jisung se levantó lejos de la sábana y salió de la cama. Ya era hora de hacerle frente al día, maldita sea. Jeno volvía de su viaje a Halle y Jisung tenía que estar allí para saludar a su Alfa. El dolor de cabeza estaba creciendo de nuevo, poco a poco y aumentando gradualmente. Podía sentir el latido detrás de sus ojos a tiempo con su corazón. Pronto, la náusea se levantaría, y Jisung sería un inútil. Sólo esperaba que Jeno llegara más temprano que tarde.

Jisung sólo quería volver al sueño sin dolor.

Se duchó y se vistió en la penumbra de su cabaña. Cuando salió, un mensaje de texto le esperaba en su teléfono. El Alfa llegaría en los próximos treinta minutos, y quería el trasero de Jisung en el porche delantero de la Pensión Lobo Rojo, listo para reportarle lo que había sucedido la semana pasada.

Enco | SungrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora