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—¿Cómo está él? —Renjun ni siquiera miró la puerta de su oficina, con la culpa cabalgándolo con las espuelas al rojo vivo. No había podido obligarse a ir al hospital a ver a Jisung. Sabía lo que iba a encontrar allí. Demonios, había visto a su padre en esa posición con la suficiente frecuencia. No habría excusas y lágrimas, tal vez un montón de ira, pero ningún cambio real.
Los alcohólicos nunca cambiaban, no hasta que reconocieran lo que eran.
Aún así, le dolía algo muy dentro saber que su compañero estaba herido gravemente y que no había nada que pudiera hacer al respecto.
—Quiero verte en mi oficina, Renjun.
Renjun palideció. La voz de Jeno era letal. Alzó la vista para encontrar los helados ojos azules fijos en él, la tensión en los músculos de su Alfa era demasiado aparente. Jeno estaba buscando pelea y veía a su Alguacil como si fuera un saco de boxeo.
—Sí, señor. —Renjun dejó su pluma y siguió a Jeno a la oficina del Alfa. Se detuvo en seco cuando vio a Yena, a Taeyong, a Naeun y a Sehu Ahn, el médico Puma de Halle, sentado en la habitación—. ¿Jeno?
Jeno se dirigió a su escritorio, pero se mantuvo de espaldas a Renjun. No era bueno.
—Si esto no fuera una cosa de compañeros te estaría expulsando ahora mismo.
Las rodillas de Renjun temblaron. ¿Expulsado? ¿Él? ¿Qué demonios?
—¿Puedo preguntar por qué?
El puño de Jeno se estrelló sobre el escritorio y se volvió hacia su Alguacil.
—¿POR QUÉ? —Renjun se estremeció—. Mi mejor amigo y Beta se encuentra en el hospital por tu culpa, ¡y no es la primera vez!
Algo indefinible hizo que Renjun, el Alguacil de la Manada de Poconos, se agrietara bajo el azote de la cólera de Jeno. Por la ampliación de los ojos de Jeno él también lo había sentido, sentido que se rompía la primera tentativa en la relación Alfa-Alguacil. Taeyong se quedó sin aliento, su segundo también sintió un minuto de rotura en su relación.
Renjun estaba aterrorizado por algo más que su compañero ahora. Si Jeno lo expulsaba, nada podría salvarlo. La Manada era lo único que lo mantenía cuerdo de cara a la adicción de su pareja.
—Jeno, permíteme.
Renjun tragó. Naeun, la Luna Poconos, le sonreía con esa mirada estúpida, vacía que significaba que estaba contemplando algo malo y probablemente doloroso. Su cabello rubio estaba despeinado, como si hubiera estado pasando sus manos a través de la gruesa masa, larga hasta los hombros. Sus ojos verdes estaban en blanco y brillosos.
Él estaba en un mundo de dolor. Cuando Naeun se veía tan inocente las cabezas rodaban. O le hubiera gustado que hubieran rodado. Sus ojos vieron automáticamente sus manos, en busca de la bocina de aire que normalmente sostenía.
Jeno lo miró antes de asentir. Él se quedó de pie, toda su atención estaba centrada en Renjun y en Naeun. Sus hombros se tensaron como si...
A la mierda. Cree que lastimaré a Naeun. ¿Qué demonios estaba pasando?
—¿Renjun? —Aparentes delicados dedos estuvieron bruscamente delante de su cara, pero Renjun lo sabía mejor. Esos dedos podían convertirse en afiladas garras en un instante—. Mírame, Renjunie.
Renjun volvió su atención a su Luna. Naeun, Naeun Lee era sin duda el miembro más peligroso de la manada y ni siquiera era Lobo. Era un puma, y un ex miembro de la Manada Halle. Ella cojeó hacia él, con el tap-tap-tap del bastón fuerte en la habitación por lo demás silenciosa.
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Enco | Sungren
FanfictionDará lo que sea, incluso su última pizca de orgullo, para ganarse su perdón... y el derecho a reclamar finalmente a su compañero. 𝒜𝒹𝒶𝓅.