POV Alondra
El miércoles por la noche llega más rápido de lo que esperaba. Me encuentro en mi departamento, ajustando los últimos detalles de mi atuendo frente al espejo. Llevo puestos unos pantalones de vestir negros, combinados con una polera básica blanca. Sabía que la etiqueta del evento era semiformal, así que no le di muchas vueltas a mi vestimenta. Mientras me coloco los zapatos, recibo una nota de voz de Alex. Tomo el teléfono y la reproduzco, pensando que me diría que ya estaba llegando, ya que habíamos quedado en vernos en mi departamento.
—Alondra, por favor, no me odies. Sé que habíamos quedado en juntarnos en tu departamento y luego irnos juntos, pero se me complicaron unos asuntos con mi trabajo grupal en la universidad. ¿Te importaría que nos veamos directamente en tu universidad? Te prometo llegar lo más pronto posible —su voz se escuchaba cansada, como si hubiera estado corriendo.
Debo admitir que esto me molestó un poco, pero sé que principalmente se debía al papel que jugaba mi ansiedad al tener que entrar a un lugar público con tantas personas, estando sola. Respiro hondo, tratando de calmar esa sensación incómoda en mi pecho. No es la primera vez que me encuentro en una situación así, pero sigue siendo un desafío enfrentarme a la multitud sin alguien a mi lado.
Decido enviarle un mensaje rápido a Alex para confirmar que lo veré allá. "Está bien, nos vemos en la universidad", escribo, intentando que no se note mi incomodidad en el texto.
Con mi teléfono en mano me dispongo a pedir un Uber, que, por suerte, no estaba muy lejos de mi departamento. Tomo las llaves y bajo a recepción mientras espero su llegada. Al revisar la placa del auto que se ha estacionado justo frente a mí y confirmar que es el correcto, me subo a él. Estaría mintiendo si dijera que durante todo el camino no estuve pensando en regresarme, inventando mil excusas en mi cabeza. Mi cabeza me decía que estaría más cómoda en mi departamento, pidiendo una cena rápida y adelantando el proyecto que me dejaron hoy en la universidad.
Pero esas ideas se desvanecieron cuando el conductor frenó frente a las puertas de mi universidad. Quedé un poco impresionada por la rapidez con la que llegamos, o tal vez simplemente me había perdido demasiado en mis pensamientos. Me bajé del carro, deseándole al conductor un buen turno.
Cuando llego a la universidad, el lugar ya está lleno de gente. Veo a grupos de estudiantes conversando, algunos vestidos con elegancia, otros con atuendos más casuales, pero todos parecen estar disfrutando del ambiente. Me hago camino hacia el auditorio, sintiéndome un poco fuera de lugar.
Al entrar al auditorio, me doy cuenta de que la sala está aún más llena de lo que imaginaba. Las luces están bajas, y la suave música que suena de fondo crea una atmósfera relajante. Encuentro un lugar en la parte trasera de las primeras filas y me siento, esperando que Alex llegue pronto. Mi mirada se pierde en el escenario vacío, mientras los murmullos de la gente llenan el aire.
Pasados unos minutos, las luces comienzan a atenuarse aún más, indicando que el espectáculo está a punto de comenzar. Le escribo un mensaje rápido a Alex, preguntándole si ya estaba en camino e indicándole donde me encontraba sentada para que pudiera ubicarse rápido.
La música se intensifica y, de repente, las cortinas se abren, revelando a los primeros bailarines. Sus movimientos son precisos, llenos de energía y gracia. Trato de concentrarme en la presentación, dejando que la danza me envuelva, aunque mi mente sigue vagando, esperando la llegada de Alex.
Y entonces, en medio de la tercera coreografía, algo capta mi atención. Una figura familiar aparece en el escenario, moviéndose con una elegancia que me resulta extrañamente conocida. Es una mujer, de espaldas, que se mueve con una precisión asombrosa, como si cada gesto recitara una parte de la letra de la canción que suena de fondo. Su cabellera roja, atada en una cola de caballo perfectamente hecha, destaca bajo las luces del escenario. Siento mi celular vibrar en el bolsillo, pero no le prestó atención, estoy completamente hipnotizada por la figura femenina frente a mí.
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¿Aún existe un nosotras?- Railo
RomanceCuenta una antigua leyenda japonesa que todos estamos conectados a nuestra alma gemela mediante un hilo rojo invisible. Este hilo, atado alrededor de nuestros meñiques, se estira y se enreda, pero nunca se rompe, sin importar el tiempo, la distancia...