POV Alondra
El camino de regreso a mi departamento transcurre en un silencio denso, interrumpido solo por el suave zumbido del motor del auto y la respiración tranquila de Alex. Conduce con una mano en el volante, mientras la otra descansa en mi hombro, en un gesto de apoyo silencioso. Intento distraerme observando las luces que se reflejan en las ventanas a medida que avanzamos, buscando algo de calma en medio del caos emocional que siento.
Aun así, es imposible detener el remolino de pensamientos que me carcome por dentro. Rai, bailando en el escenario, tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejana. Rai, con esa chica, sonriendo, riendo... feliz. Todo lo que alguna vez compartimos, todo lo que fue nuestro, ahora pertenece a otro mundo, uno en el que yo ya no tengo lugar. Me siento como una intrusa, una espectadora forzada de una vida que sigue adelante sin mí.
Por momentos, las lágrimas se escapan, incontrolables, y Alex lo nota. Aprieta ligeramente mi hombro en señal de consuelo, pero no dice nada, respetando mi silencio.
—¿Quieres que suba contigo? —pregunta Alex, con voz suave, cuando estaciona el auto frente a mi edificio.
Dudo por un instante antes de negar con la cabeza. Sé que quiere estar ahí para mí, pero esta vez no hay palabras ni compañía que puedan aliviar lo que siento. Necesito estar sola, en silencio, para procesar todo lo que ha pasado. Además, hay algo que mi corazón me pide a gritos: regresar sola a ese lugar en mi mente donde todo comenzó.
—Gracias, Alex —murmuro, con la voz apenas audible.
Él asiente, comprendiendo que no es necesario decir más. Me rodea con los brazos en un abrazo firme, uno que intento aprovechar para absorber algo de consuelo y estabilidad. Después, me despido y me dirijo hacia la entrada del edificio.
Mientras camino por los pasillos hacia mi departamento, el eco de mis pasos resuena en mi cabeza. Me detengo frente a la puerta, dudando si lo que estoy a punto de hacer es lo correcto. ¿Servirá de algo o solo sumará más dolor a lo ocurrido durante la noche? El miedo a revivir todo me frena por un instante, pero la necesidad de enfrentar mis sentimientos me empuja hacia adelante.
Finalmente, entro en mi departamento, cerrando la puerta tras de mí. Me quedo quieta en medio de la sala, sintiendo cómo el peso de todo lo que sucedió me golpea. Mis piernas se mueven por inercia, llevándome hacia el armario. Lo abro sin necesidad de buscar demasiado, sé exactamente lo que estoy buscando. De entre las prendas y cajas de zapatos, saco una caja blanca que llevaba meses sin tocar. La dejo sobre mi cama, sintiendo el conflicto interno que me ahoga: ¿Es lo correcto abrirla? ¿O simplemente me hará más daño?
Después de unos segundos de vacilación, decido ponerle fin a la batalla que se libra en mi interior y abro la caja. Dentro están todos y cada uno de los recuerdos que logré conservar de ella. Polaroids, cartas, pequeños regalos, y un tarrito transparente con una etiqueta la cual dice: "Razones por las que te amo". Recuerdo cómo solía sacar uno o más papelitos cada vez que la ansiedad me invadía, buscando consuelo en sus palabras.
A medida que voy sacando los objetos de la caja, siento cómo las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas. Trato de resistir la tentación de abrir o leer alguna de las cartas, pero entonces, como si el destino lo hubiera planeado, mis manos encuentran un sobre amarillo. Un beso de labios rojos adorna uno de los bordes, y en la parte trasera está escrito, con su inconfundible caligrafía: "Por si alguna vez piensas que te dejaré de amar".
El corazón me da un vuelco al leer esas palabras. Con manos temblorosas, abro el sobre y despliego la carta. Me tomo un segundo para respirar profundamente antes de comenzar a leer:
Mi amor,
Si estás leyendo esto, es porque se que en algún rincón de tu cabeza se ha instalado la duda. Tal vez la vida ha sido dura con nosotros, tal vez nos hemos perdido entre las vueltas del destino, o tal vez simplemente necesitas un recordatorio. Sea lo que sea, quiero que sepas esto, y por favor, léelo con el mismo amor con el que lo escribo ahora:
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¿Aún existe un nosotras?- Railo
RomanceCuenta una antigua leyenda japonesa que todos estamos conectados a nuestra alma gemela mediante un hilo rojo invisible. Este hilo, atado alrededor de nuestros meñiques, se estira y se enreda, pero nunca se rompe, sin importar el tiempo, la distancia...