Pov Rai
Ella parece igual de sorprendida, con la boca entreabierta y los ojos abiertos como platos, pero no dice nada. Solo nos quedamos ahí, mirándonos, como si estuviéramos atrapadas en una burbuja de tiempo.
—Rai... yo... —comienza a decir, pero su voz se apaga y sus ojos se desvían rápidamente. Entonces da un paso hacia atrás, como si quisiera alejarse, como si estar tan cerca de mí fuera demasiado.
No puedo dejar que se vaya. No esta vez.
—Por favor, espera —digo, mi voz más firme de lo que esperaba, aunque siento cómo mi corazón late frenéticamente en el pecho—. Solo... déjame hablar contigo. Solo cinco minutos, eso es todo. —No tengo claro qué quiero decirle exactamente, pero estoy segura de que si la dejo ir, no me lo perdonaría.
Alondra cierra los ojos brevemente, como si intentara calmarse o tomar una decisión, y luego los abre, con la mirada fija en el suelo. Da un paso hacia atrás, como si buscara la manera de salir sin tener que decir nada.
—No creo que sea buena idea, Rai —responde, su voz suave y distante, recordándome una vez más cuánto la lastimé.
—Por favor, Alondra —insisto, tomando aire en un intento de calmarme—. Solo te pido unos minutos.
Ella sigue sin mirarme a los ojos, y yo lucho por encontrar de nuevo esa mirada que tanto he extrañado.
—No puedo, tengo clases ahora... Es importante que esté presente, no está bien que falte —balbucea, apresurada, inventando excusas al vuelo, intentando escapar de esta situación.
—No importa, te espero —digo, casi suplicante. Estoy dispuesta a quedarme aquí tres horas si hace falta, hasta que termine todas sus clases, con tal de tener esos cinco minutos con ella.
Alondra suspira, y por un segundo parece estar a punto de dar media vuelta y dejarme ahí. Pero finalmente, me mira con algo en los ojos que no puedo descifrar, una mezcla de cansancio, frustración y, tal vez, una pequeña chispa de curiosidad. Parece debatirse internamente, jugando con sus manos, como hacía cuando estaba nerviosa.
—¿De verdad no te vas a ir? —me pregunta, con tono resignado, cruzando los brazos frente a ella en una postura defensiva.
—No —respondo, con toda la firmeza que puedo reunir.
Ella niega con la cabeza, y por un momento casi veo una sonrisa irónica en sus labios, como si estuviera cansada de todo esto, pero al mismo tiempo, algo la mantuviera aquí.
—Está bien... mis clases terminan a la una —dice al final, casi en un susurro—. Podemos hablar entonces.
Mi corazón se acelera de nuevo al escucharla.
—Te esperaré —respondo, sin ocultar el alivio en mi voz.
Ella asiente y se gira, caminando hacia el edificio principal sin mirar atrás. Me quedo allí, viendo cómo se aleja hasta que su figura desaparece entre las puertas de la universidad. La ansiedad y el nerviosismo crecen en mí, cada minuto que pasa se siente como una eternidad.
Me quedo allí, mirando el lugar donde Alondra desapareció, como si todavía pudiera verla. Me cuesta moverme, como si cada paso me anclara a este punto, a este momento, esperando lo que parece una eternidad. Mi cabeza está llena de pensamientos desordenados, de palabras que intentan formarse, pero no llegan a ninguna parte. ¿Qué le diré cuando finalmente la vea?
Con un suspiro, decido ir a la cafetería cercana. El reloj en la pared parece avanzar con una lentitud absurda; cada minuto arrastra una carga de nervios y recuerdos que me ahoga. Pido un café, más para tener algo entre las manos que para beberlo realmente, y observo cómo el vapor se disipa en el aire, como si pudiera calmarme con eso.
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¿Aún existe un nosotras?- Railo
RomanceCuenta una antigua leyenda japonesa que todos estamos conectados a nuestra alma gemela mediante un hilo rojo invisible. Este hilo, atado alrededor de nuestros meñiques, se estira y se enreda, pero nunca se rompe, sin importar el tiempo, la distancia...