Pov Rai
Sé que lo que estoy haciendo está mal. Sé que, en este momento, en lugar de estar en la terraza a las 4 de la mañana, incapaz de dejar de pensar en Alondra, debería dejar de repetirme una y otra vez ese breve instante en el que volví a mirarla a los ojos. Debería estar sacándome de la cabeza la idea de ir a esa universidad a buscarla. También sé que, en este preciso momento, debería estar durmiendo al lado de la mujer que, se supone, es mi novia.
Pero no puedo.
El aire frío de la madrugada me envuelve, congelando mis pensamientos, pero no lo suficiente como para borrar su rostro de mi mente. Mil preguntas atraviesan mi cabeza en este momento. ¿Qué hacía ella ahí? ¿Está estudiando en esa universidad, o solo fue por distracción? Lo último me parece ilógico, no era alguien que solía ir a eventos como ese. Pero ¿Cómo puedo afirmarlo ahora? Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que supe algo de ella.
Un escalofrío me recorre la espalda al recordar cómo salí del auditorio, con el corazón acelerado, buscándola entre la multitud. Si no hubiera sido por Alicia, probablemente habría gritado su nombre, desesperada por obtener alguna respuesta, alguna señal de que Alondra también me estaba buscando. No sé de dónde saqué la fuerza para seguir a Alicia y salir del auditorio, cuando todo dentro de mí me pedía que me quedara, que la buscara hasta encontrarla.
Reviso mi teléfono. La alarma sonará en dos horas. Decido finalmente entrar al departamento, resignada al insomnio, y ahí está Alicia, acostada en la cama, durmiendo tranquila. Una punzada de culpa me atraviesa al verla. Ella no merece nada de esto. No merece una mujer que sigue atrapada en el pasado, que aún no ha superado a su exnovia. Pero yo tampoco merezco mentirme más, diciéndome que ya olvidé a Alondra cuando, con solo verla unos segundos, todo mi mundo se desmoronó.
Me pregunto si esto es porque nunca tuvimos un cierre. Nuestra historia quedó inconclusa, y esa herida aún no ha cicatrizado. Pero también me pregunto si ella siente lo mismo. Si alguna vez volvió a pensar en mí, o si logró avanzar, olvidarme por completo, mientras yo sigo aquí, atrapada en lo que fuimos.
Me quedo de pie, observando a Alicia mientras duerme. Su respiración es suave, tranquila, completamente ajena a la tormenta que me carcome por dentro. No merece esto, no merece que mi mente esté en otro lugar, con otra persona, especialmente después de todo lo que hemos construido juntas. Pero a veces me pregunto si lo que construimos fue más por conveniencia, por la necesidad de sentir que había seguido adelante, que por algo genuino. Con ella, todo es seguro, estable.
Pero con Alondra, ni siquiera puedo encontrar palabras para todo lo que sentí a lado de Alondra, con ella el mundo parecía más brillante, más intenso, algo más fuerte, más visceral. Era esa conexión que no puedes explicar, la que te hace sentir que, aunque el mundo se desmorone, mientras estén juntas, todo estará bien.
Es en este momento, mientras veo a Alicia dormir, que me doy cuenta de una verdad brutal: con Alondra no solo amaba, vivía. Y, a pesar de todo lo que me costó alejarme de ella, una parte de mí jamás la dejó ir.
Me giro hacia la ventana, el peso de mis pensamientos haciéndose insoportable. Trato de convencerme de que debo dejarlo pasar, que no tiene sentido remover lo que ya quedó en el pasado. Pero cuanto más lo intento, más siento que si no la veo, si no le hablo, jamás voy a encontrar paz. Es como si estuviera atrapada en una burbuja, llena de preguntas sin respuesta, y la única manera de romperla es enfrentando lo que dejé atrás.
Mi corazón late rápido solo de pensar en la posibilidad de volver a verla. ¿Qué le diría? ¿Qué esperaría que ella me dijera? No lo sé. Lo único que sé es que necesito verla. Necesito respuestas. Necesito saber si todo lo que sentí desde ese día que la vi en el centro comercial fue real, o si solo fue un espejismo, un reflejo de lo que alguna vez fuimos.
Decido en ese momento. Mañana iré a esa universidad.
No sé si es la decisión correcta. No sé si estoy preparada para lo que pueda encontrar o si quiera si ella estudia ahí. Ya no puedo seguir viviendo con este "¿y sí?" dentro de mí.
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Y seis horas más tarde, me encuentro con el auto aparcado afuera de la universidad, con la mirada fija en la puerta principal y el corazón a punto de salirse de mi pecho cada vez que veo a una mujer que se parece a ella. Llevo esperando aproximadamente una hora. Por momentos, pienso que ya es hora de irme. Ni siquiera estoy cien por ciento segura de que ella estudie aquí. Tal vez todo esto sea una pérdida de tiempo. Además, ¿Qué pasará si la veo? ¿Qué le diré? Es muy probable que ni siquiera quiera hablar conmigo, y estaría en todo su derecho de ignorarme, como yo lo hice en su momento.
Ese último pensamiento me provoca un nudo en el pecho. Tal vez estoy siendo egoísta. Ella está siguiendo con su vida, ¿Qué pretendo al hacer este tipo de cosas, que podrían llegar a lastimarla? Me resigno, y decido bajar del auto para tomar un poco de aire. El día está completamente nublado, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse. De repente, un aroma llega hasta mí: comida. Entonces recuerdo que desde la tarde de ayer no he probado bocado. Veo, a unos cuantos metros de distancia, una cafetería que se ve moderna y juvenil, seguramente por estar cerca de la universidad.
Decido ir a comprarme un jugo y un sándwich para soportar mejor el posible trayecto de vuelta a casa. Al entrar, la mezcla de olores a comida hace rugir mi estómago. Todo en ese lugar parece delicioso, así que me aproximo a la barra, donde veo distintos tipos de sándwiches, postres, jugos y snacks. Tomo lo que había venido a buscar y me dirijo a la caja, donde me atiende una chica de aproximadamente dieciocho años que parece estar pasando un mal día.
—Son 15 dólares —dice con la voz apagada, sin siquiera levantar la vista de la caja registradora. Paso la tarjeta, y ella me entrega el recibo.
—Gracias, que tengas un buen turno —le respondo mientras salgo del local, que se está llenando cada vez más.
Camino hacia mi auto, distraída, tratando de abrir el jugo mientras me lo llevo a la boca, cuando, de repente, siento un fuerte impacto. Alguien ha chocado conmigo, haciendo que mi jugo salga disparado hacia el suelo. Lo que me faltaba, mi desayuno, completamente arruinado.
—Por qué la gente no se fija por dónde anda —murmuro molesta, mirando el charco de jugo en el piso.
—Rai —escucho, y en ese momento, todo se detiene. Esa voz... se me olvida el hambre, se me olvida el estúpido jugo, y me quedo completamente inmóvil.
No sé de dónde saco fuerzas para levantar la cabeza, pero lo hago. Y ahí está. Alondra, de pie frente a mí, mirándome con esos ojos que me conocen mejor que nadie. El mundo parece detenerse. El murmullo de la gente, el ruido del tráfico, todo se desvanece en el segundo en que nuestras miradas se encuentran.
—Alondra... —balbuceo, sin saber qué más decir, con el corazón latiendo descontrolado.
Y hasta aquí el capítulo de hoy, espero que les haya gustado, de aquí en adelante comienza lo verdaderamente difícil.
-Besos a todos en el lugar que lo prefieran 😘. Nos vemos la próxima semana con un nuevo capítulo-
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¿Aún existe un nosotras?- Railo
RomanceCuenta una antigua leyenda japonesa que todos estamos conectados a nuestra alma gemela mediante un hilo rojo invisible. Este hilo, atado alrededor de nuestros meñiques, se estira y se enreda, pero nunca se rompe, sin importar el tiempo, la distancia...