-Capitulo 14, La herida-

11 2 0
                                    

2:00 p.m, Lunes

Los días pasaron en un difuso torbellino de sombras para Madison. Después de esa noche, se encerró en su habitación, evitando a sus amigas, a la vida fuera de esas cuatro paredes. Apenas comía, y las pocas veces que lo hacía, sentía que la comida se le atascaba en la garganta. El hambre ya no importaba, solo el dolor que se aferraba a su pecho.

Los recuerdos la atormentaban sin piedad, uno tras otro. No era solo Jackson o Michael. Era todo lo que había acumulado a lo largo de los años, una maraña de emociones que nunca había podido resolver.

El rostro de su padre, siempre con una sonrisa, cruzaba su mente. Recordaba las tardes jugando en el parque, cómo la abrazaba cuando tenía miedo. Luego, la cruda realidad del hospital, la frialdad de las máquinas y el sonido monótono del monitor que indicaba que su corazón ya no latía. La muerte de su padre había marcado el principio del fin de su estabilidad emocional, y nunca lo había superado realmente.

Intentó, por milésima vez, recordar algo bueno de su padrastro. Sabía que él intentaba, que no era una mala persona. Pero cada vez que lo miraba, sentía un vacío, una incapacidad para formar un lazo real con él. "¿Por qué no puedo quererlo?", se preguntaba con frustración. Había intentado, de verdad, pero nunca lograba superar esa barrera invisible que la alejaba emocionalmente de él.

Los recuerdos de sus relaciones fallidas se mezclaban con el dolor de haber perdido a su padre, y ese extraño distanciamiento con su padrastro. Se sentía como si estuviera fallando en todo, como si no pudiera encontrar amor o paz en ninguna parte de su vida. Cada vez que intentaba salir de su habitación, esos pensamientos la arrastraban de vuelta a la oscuridad. Las lágrimas se convirtieron en su única compañía.

Madison pasó horas, días, revolviéndose en el pasado, perdida en una tormenta que parecía no tener fin.

--

Era la tarde varios días antes del cumpleaños de Madison. Las dos chicas estaban en la sala de su casa, incomodas por la falta de la presencia de Madison, Abril y Paula se habían propuesto ir a la habitación de Madison para asegurarse de que estuviera bien. Había estado distante y menos participativa últimamente, y sus amigas sentían que había algo más que debía ser abordado.

Al llegar a la habitación, la puerta estaba cerrada con llave, lo que aumentó su preocupación. Paula, con un nudo en el estómago, usó una llave de repuesto que guardaba para emergencias. Cuando finalmente lograron abrirla, la escena que encontraron fue devastadora. Madison estaba en el suelo, con una herida sangrante en el brazo y el rostro lleno de lágrimas.

—¡Madison! —gritó Abril, corriendo hacia ella con el corazón acelerado—. ¿Qué has hecho?

Madison levantó la vista, sus ojos llenos de culpa y miedo. La vergüenza se reflejaba en cada línea de su rostro.

—No quería que me vieran así.—murmuró tranquila, su mirada parecía totalmente oscura.

Paula se movió rápidamente para buscar el botiquín, mientras Abril se arrodillaba junto a Madison y la abrazaba con fuerza.

—No podemos permitir que te lastimes así, Madison. —Las palabras de Abril estaban cargadas de angustia—. Estamos aquí para ayudarte.

Paula limpió la herida con cuidado y la vendó, aunque el ambiente estaba cargado de un dolor palpable. Las lágrimas de Madison no dejaban de fluir, y cada sollozo resonaba en el silencio de la habitación.

Cuando Paula terminó, miró a Madison con una mezcla de tristeza y preocupación.

—Madison, ¿qué paso, por que lo hiciste? —preguntó Paula, suavemente.

Madison tomó un respiro tembloroso, tratando de reunir sus pensamientos.

—Me siento... rara, no podria decir rota, perdon por que me tengan que ver haci. No quería que me miraran, no quiero ser una carga.

Abril, con el corazón roto al ver a su amiga en tal estado, la miró con ojos llenos de lágrimas.

—No eres una carga, Madison. Todos tenemos momentos difíciles. —Su voz era un susurro cargado de emoción—. No tienes que atravesarlo sola. Estamos aquí para ti, siempre.

De repente, el sonido de un teléfono interrumpió el momento. Abril se giró hacia el móvil de Madison y vio el nombre de Jackson en la pantalla. Sus ojos se endurecieron y frunció el ceño.

—¿Jackson? —murmuró Abril, con una mezcla de enojo y preocupación—. ¿Qué hace él llamándote ahora?

Madison, al ver la reacción de Abril, intentó tomar el teléfono, pero Paula lo apartó suavemente.

—No es el momento —dijo Paula con calma—. Necesitamos concentrarnos en ti.

Abril, sin poder contener su frustración, se cruzó de brazos.

—¿Por qué tiene que aparecer ahora? —exclamó—. Este es el último tipo de distracción que necesitas. Lo más importante es que te cuides, Madison.

Madison bajó la mirada, sintiéndose aún más abrumada por la tensión entre sus amigas y la sensación de ser el centro de atención por las razones equivocadas.

—Lo siento… —dijo Madison con voz quebrada—. No quería causarles más problemas.

Paula se acercó a Madison, envolviéndola en un abrazo reconfortante.

—No es tu culpa. Estamos aquí para apoyarte, sin importar lo que pase —dijo Paula, con voz suave.

Abril, al ver la angustia en los ojos de Madison, suavizó su expresión y se acercó para abrazarla también.

—Lo siento por enojarme —admitió Abril—. Solo me preocupa verte sufrir. Queremos lo mejor para ti.

Decidieron hacer una noche de películas para distraerse y brindar a Madison un momento de normalidad. Se acomodaron en el sofá de la sala, con la película encendida en la pantalla grande. A pesar de la herida visible de Madison, el objetivo era hacerle sentir el amor y la compañía de sus amigas, aunque era casi imposible ignorar el estado en el que se encontraba.

La película comenzó, pero la atmósfera estaba cargada de una mezcla de tristeza y ternura. A medida que avanzaba la noche, las tres chicas se acurrucaron en el sofá, abrazadas, tratando de encontrar consuelo en la presencia de las demás.

Madison intentó concentrarse en la película, pero el agudo dolor y la incomodidad emocional eran difíciles de ignorar. Sin embargo, la calidez de sus amigas y la compañía constante ofrecieron un pequeño respiro en medio de la tormenta interna.

Poco a poco, la tensión y el agotamiento se hicieron evidentes. Abril y Paula, agotadas por la emoción y la preocupación, se quedaron dormidas en el sofá, sus cabezas reposando unas sobre otras. Madison, con el corazón aliviado al ver el amor y el apoyo incondicional de sus amigas, también se dejó llevar por el sueño. En la penumbra de la sala, rodeada por las personas que más le importaban, encontró un pequeño rincón de paz.

El amanecer llegaría pronto, pero por ahora, en el silencio y la oscuridad, las tres amigas estaban unidas, enfrentando juntas la difícil noche, y Madison sabía que no tenía que enfrentar sus pensamientos sola.

Goodbye Unwanted Souls

Cafetería Cupido (Amores FALLIDOS)  Completa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora