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Está era la situación, acababa de regresar del mercado y había un perro en su sala más desorientado que ella. Era bonito, si no hubiera comenzado a ladrar cuando entraron, Lisa hubiera pensado que era otro peluche de los que Rosé le regalaba a Danielle. Pero este era de verdad y estaba rodando por el piso con su hija, que había quedado enamorada del perrito.

—¡Mira mami! ¡Tiene el pelo bien suaveeee! —había chillado Danielle apenas lo vió.

—Si amor... —respondió, escribiendo rápidamente a la culpable de la presencia del animalito.

Resulta que la promesa del perro y todo eso había sido cierta, demasiado. No le sorprendió cuando Rosé afirmo que se llamaba Frank y Danielle estaba encantada con Frank, el pequeño perro blanco con manchas color miel.

Miró la hora, Rosé había entrado a trabajar hacía veinte minutos, debió haber dejado al perro y una bolsa de comida antes de marcharse, no saldría hasta media tarde, así que Lisa se hizo la idea de que era su responsabilidad.

No la juzguen, adoraba los animales y siempre quiso una mascota para Danielle, pero tal vez en unos años. Pero bueno, ahí estaba, todo adorable con su niña, Lisa la dejo estar mientras se dirigió a la cocina a preparar el almuerzo, hablando con Rosé mientras tanto.

—Mami a Frank le gustan mis pantuflas mira. —Danielle correteo en la cocina con el perro entre sus brazos, este tenía una de las pantuflas nuevas de su cachorra.

Lisa se apuró en quitársela, observando que aún servía. Pero el perro con sus dientes de bebé había dejado marca.

—No dejes que agarré estás cosas, Danielle, si no aprenderá a romperlas. —ambos, cachorro y cachorra la miraron con ojos de perrito antes de volver corriendo a la sala.

La omega suspiró, algo le decía que no sería la primer cosa que el perro rompería. Saldría a comprarle un juguete más tarde y esperaría lo mejor.

Al menos el tanto jugar gasto las energías de Danielle y Frank, apenas llenó sus pancitas ambos estuvieron deshechos en el sofá para una siesta, tiempo que Lisa aprovecho para poner algo de orden y terminar un diseño que debía enviar. Las siestas de Danielle nunca duraban mucho desde que tenía dos años, así que no tuvo mucho tiempo para ella sola.

Pudo ducharse, cepillarse el cabello y hasta ponerse sus cremas, lo que era mucho, luego respondió emails de la empresa, en su mayoría sus colegas publicistas chequeando como iba cada uno, tenían agendada una reunión en la ciudad dentro de un mes y Lisa realmente no quería ir, pero no le quedaba de otra.

Era un solo día, pero debía dejar a Danielle, tomar el tren de dos horas dos veces y soportar a sus compañeros, no eran malos, pero estaban en otro momento de sus vidas, por lo que Lisa muchas veces no conectaba con ellos y se aburría.

Más adelante se preocuparía por ello, ahora la siesta y el turno de Rosé había terminado, por lo que Lisa estaba preparando la merienda para todos mientras la sesión de juegos entre Danielle y Frank se reanudaba.

Lisa oyó el jeep de Rosé estacionarse y su omega se crespo en anticipación, observando la puerta en los segundos que la alfa caminó entre la camioneta y la casa.

Dió una mirada rápida a su cachorra, notando tiernamente como ella también había sentido que su padre se acercaba, parándose con ansias a un lado de la puerta con Frank atrás, esperando a que toque y...

—¡Rosie! —abrió la puerta y la alfa entró, alzando a la cachorra y dándole un besito en la frente.

—¡Hola pequeña! ¿Y a quién veo aquí?

Rosé se agachó y con su brazo libre tomó al cachorro que había comenzado a ladrar al ver que le habían quitado la atención por un segundo.

—¡Es Frank! ¡Apareció aquí! Es mágico y muy bueno. —la sonrisa de la niña era enorme.

beach girls ଓ chaelisa auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora