Acaricio los rizos de su hija dormida y se reclinó en su hamaca, disfrutando del cantar de los pájaros y la calidez del sol otoñal, atrayendo toda la paz mental que la naturaleza pudiera brindarle en ese instante.
Habían trabajado en esa hamaca los últimos dos días, era de los antiguos dueños, Lisa podía imaginar a los ancianitos hamacandose hasta el final allí, juntos de la mano y amándose sin límites.
Claramente había derramado mil lágrimas sobre la madera cuando lo encontró y otras mil cuando pudo colgarlo en su antiguo lugar debajo de un árbol. Danielle había decidido que ahí quería que la meciera para su siesta y a Lisa le pareció muy dulce, así que ahí estaban.
Su falso celo había terminado, ahora tenía que afrontar un par de días incómodos de sangrado y por veintiocho días más no tendría problemas, por lo que ya no estaba tan sensible.
Ahora, con niveles hormonales más balanceados y con la mente fría, había comenzado a aceptar la falta de Rosé. La alfa había decidido desaparecer y podía como no podía ser su culpa, ¿Le molestaba cómo las dejo a Danielle y a ella? Si, pero no podía obligar a alguien a quedarse.
Lisa tenía que aceptar que lo único bueno que en su vida había durado era Danielle, lo demás siempre se lo arrancaba la vida.
Definitivamente tenía que sacar una cita con su psicóloga, sus plantas ya estaban haciendo hijos de tanto que les había hablado y tenía que dejar de sumirse en una nube de sueños rotos cada vez que las ventanitas de cielo en los ojos de Danielle le recordaban tanto a otros cielos en los que no tendría que haber vuelto a volar.
Lisa había apagado su celular la segunda vez que rompió a llorar al ver que no tenía respuesta, no era sano ni tampoco lo necesitaba, podría hablar con sus amigas luego y su trabajo era por email, así que jamás vio los mensajes y las llamadas entrando, ni siquiera sabía de la inminente llegada de Rosé hasta que la Australiana entró corriendo en su sala mientras ella dejaba a Danielle en su habitación.
—Lis. —la vió suspirar, una mano en su corazón mientras respiraba con dificultad.
Acaso... ¿Había corrido hasta allí? Lisa se apuro en buscarle agua al ver lo agitada que estaba. De repente toda la molestia que la omega podría haber acumulado se esfumó, ahora solo sentía la tristeza nostálgica al darse cuenta lo mucho que la había extrañado.
Sentía verdaderas ganas de llorar por más estúpido que eso parezca. Lisa había tenido tanto miedo de perderla a ella también.
Retiró el vaso cuando Rosé lo bajo de un trago, ahora recompuesta, o al menos más tranquila, no la dejo alejarse mucho, sus manos tomaron las suyas apenas estuvieron libres, acercándola a ella peligrosamente.
Oh, olía tan bien. El eucalipto y el café eran tan intensos que su omega se sentía deslizarse en una nube sobre un cafetal y un campo de eucaliptos. No lo hacía a propósito, no se sentía molesto y pesado en el aire, no la obligaba a calmarse, Rosé apestaba y Lisa estaba tan hundida en ella que no hacía más que fascinarle.
A Lisa le cayó el zapato antes de que la pobre alfa hable, y se sintió tan estúpida al no haberla considerado ni por un segundo que quería pedirle perdón de rodillas por ser una maldita exagerada y molesta y...
—Lisa... —Rosé la miraba y sus ojos brillaban.
¿Cómo se sentiría crecer con tanta belleza junta? Era perfecta, su cabello estaba despeinado pero caía en su lugar y era armonioso.
—R-Ros...é. —sus manos temblaban vergonzosamente.
Si no había arruinado todo antes seguro lo haría ahora, los alfas no querían omegas que se metan en sus asuntos y Lisa se había sentido en demasiada confianza como para entrometerse.
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beach girls ଓ chaelisa au
Acak❝Lisa sabía solo dos cosas del papá de su bebé, que se llamaba Rosé y que era la alfa más caliente que una omega soltera de veintiun años podría haberse cruzado en una noche de verano. O dónde la omega de veinticuatro años y su cachorra comienzan de...