Su omega y su cachorra estaban descansando a su alrededor, su omega abrazaba a su cachorra y con la otra mano la mantenía cerca a ella, su alfa.
Su omega y su cachorra, suyas, seguras y cómodas. Su familia, su manada, su todo.
Suyas para proteger y amar; Rosé no era ciega, sabía que su omega tenía astillas con las que se pinchaba a si misma a veces, sería un trabajo largo hasta llegar a sanar las heridas de su corazoncito y la alfa iba a estar ahí en todo lo que Lisa le permita estar.
Y su cachorra merecía un buen padre, el mejor de todos, y Rosé sabía que podía ser un desastre para todas las cuestiones de la vida, pero mientras aquel angelito siga abrazándola y pidiendo por ella, Rosé haría lo imposible por ella, por ellas.
Asistiría a todas las malditas fiestas de té de dinosaurio que Danielle organizará y hablaría con los peluches si eso hacía reír a la pequeña.
Oh Rosé, jamás olvidaría la alegría de esa niña al despertar y encontrarla en la cocina abrazada a su mamá, jamás olvidaría como las tuvo a ambas en sus brazos y fue como sostener todo su mundo.
Habían jugado toda la tarde, Lisa había estado ausente la mayor parte del tiempo pero acudía a todo lo que le decían, la omega necesitaba su espacio pero no había querido que se marché, así que Rosé pidió una pizza, napolitana y de rúcula porque eran las favoritas de su omega y su cachorra.
Jamás se cansaría de decir eso, su omega y su cachorra.
La hora del baño había dejado a Danielle agotada en brazos de Lisa, pero no paraba de hablar con ella cuando decidieron sentarse en el sillón para dormirla.
—¿Pero no podemos hacer una pijamada? —la voz de la pequeña sonaba gangosa, era el sueño hablando por ella.
Lisa sonreía al oírlas, su mano acariciaba la naricita de Danielle ida y vuelta, sus párpados pesando más y más con cada caricia de sus delicados dedos.
—No, amiguita, hoy no, pero otro día traeré mi mejor pijama y acamparemos en la sala, ¿Quieres? —lo último que recibió de Danielle fue un asentimiento y estaba ida.
Alzó los ojos a la omega a su lado, que aún acariciaba la naricita de la menor, ella también la estaba mirando y también se le veía cansada.
—Has estado callada. —susurró, su brazo pasando por detrás de la omega sin llegar a tocarla.
Pero Lisa se acurrucó contra esta, permitiendo que la abrace por los hombros, su mano alcanzando su brazo dónde comenzó a dejar caricias sobre la tela del sweater.
—He estado pensando... ¿Realmente estás bien con esto? —su voz sonó tímida y suave.
—Estoy perfectamente, te lo dije Lis, las amo y son mis personas favoritas, si tú me lo permites quiero estar en sus vidas y no ser solo una conocida de a ratos. —no mentía, era su corazón hablando de primera mano.
No había nadie más con quién hubiera querido formar una familia que no sea Lisa y ahí estaban, acurrucadas en un día de semana siendo todo lo domésticos que alguien podría querer.
Rosé era la mujer y la alfa más afortunada del universo al tenerlas, no iba a hacer nada para perderlas.
—Yo tampoco quiero que te vayas, quiero que te quedes con nosotras, no quiero volver a estar sola. —susurró Lisa, alzando la mirada para verla a los ojos.
Se inclinó sobre ella y dejo un suave beso en su nariz y frente, no atreviéndose a ir más abajo como quería. Pasitos de bebé.
Las acercó más a ella, una manta en el sofá fue el cobertor perfecto. Rosé no se iría y tal vez si acamparían en el sofá.
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beach girls ଓ chaelisa au
Acak❝Lisa sabía solo dos cosas del papá de su bebé, que se llamaba Rosé y que era la alfa más caliente que una omega soltera de veintiun años podría haberse cruzado en una noche de verano. O dónde la omega de veinticuatro años y su cachorra comienzan de...