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Si la curiosidad mató al gato, entonces tú morirías junto con él, pero, honestamente, ¿realmente podrías ser culpado por ello?
Quiero decir que no es tu culpa que Ford haya dejado a la vista su nuevo diario y prometió mostrártelo, así que ¿qué daño podría pasar si le echas un vistazo? Echaste un vistazo a tu alrededor y tomaste el diario mientras hojeabas las páginas. De vez en cuando se te escapaba una risita, pero lo que captó tu atención fueron las siguientes páginas dedicadas a ti.
Podías sentir los latidos de tu corazón retumbando en tus oídos mientras leías cada pasaje sobre ti.
Sé que puede parecer inapropiado escribir estos sentimientos, pero siento que debo hacerlo.
'Tal vez destruya estas páginas, tal vez las arranque... para guardarlas para mí... Sé que soy un hombre egoísta'
"He memorizado cada centímetro de su cuerpo, desde las pequeñas marcas hasta las más grandes. Siento que no puedo tener suficiente".
Mordiéndote el labio, podías sentir que tu garganta se secaba por las palabras.
"Podría pasar horas besándolos, marcando cada centímetro de su cuerpo. Los sonidos que hacen desde una fuerte embestida hasta los gemidos de una suave caricia me dejan sin palabras".
"Y qué sabor tienen... Sé que moriría feliz si eso fuera lo último que probara".
Agarrando el libro con fuerza, sabías que debías dejarlo, pero no pudiste.
'No sé qué hice para merecer una diosa, el amor que me dan cuando sé que es algo que no debo tener'
'Pero aún así me aman... este viejo bastardo cínico y no cambiaría nada por ello... Les demostraré lo que significan para mí...'
'Y/n prefiere estar arriba... Debo admitir que es difícil apartar la mirada cuando me están montando'
'Necesita ser mejor cogiéndoles la garganta... prefiere tocarlas con los dedos'
Sacudiendo la cabeza, sabías que debías tomar nota mental de ayudarlo, aunque era halagador que te viera de esa manera, que te amara tanto, sin mencionar las ilustraciones que hizo de ti.
—Mi amor... ¿lo has visto? —La voz de Ford se fue apagando y su rostro se puso rojo rápidamente—. Puedo.
No tenía por qué dar explicaciones, no cuando estabas fisgoneando. Caminando hacia él, dejaste que tus brazos rodearan su cuello. "¿Qué tal si probamos algunas de esas posiciones sobre las que escribiste?"
"Yo... ¡podemos hacerlo!"
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