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Tarareas suavemente mientras barres el piso de madera de la cabaña, la luz del sol entra a raudales por las ventanas. Ford está en la sala de estar, encorvado sobre su último diario, con las gafas deslizándose por su nariz. Lo miras de reojo y notas la pila de libros y papeles sueltos esparcidos por todas partes. Típico. Sacudes la cabeza y te diriges a la sala de estar, escoba en mano.
—Ford, este lugar es un desastre —dices en tono burlón, mientras empujas uno de los libros con el pie.
Él levanta la mirada, un poco sorprendido, y luego, tímidamente, se frota la nuca. "He estado... ocupado".
—Ya lo veo. —Pones los ojos en blanco, pero hay una sonrisa tirando de tus labios—. Por suerte para ti, estoy aquí para mantener las cosas en orden.
Dejas la escoba a un lado y empiezas a apilar los libros, organizándolos lo mejor que puedes. Ford te observa un momento y luego te tira suavemente para que te sientes en el sofá a su lado.
—Siéntate un momento, ¿quieres? —Su voz es suave, pero hay un dejo de diversión—. Siempre estás cuidando de mí.
Te inclinas hacia él y apoyas la cabeza en su hombro. —Ese es mi trabajo, ¿no? Asegurarme de que no te pierdas en todo este caos.
Ford se ríe y te da un beso en la cabeza. "No sé qué haría sin ti".
Le sonríes y dices: "Probablemente me muera de hambre".
Él se ríe, te rodea con el brazo y, por un momento, el desorden no importa. La investigación no importa. Son solo ustedes dos, abrazados, justo donde pertenecen.
Ford ama a su pequeña esposa ¿Qué haría este hombre sin ti?
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