CAP 20

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Hunter y yo estábamos inmersos en una conversación bastante seria sobre temas empresariales. Me esforzaba por mantenerme concentrada, pero la verdad era que estaba pensando demasiado, y mi mente volaba a todas partes. Estaba ansiosa, y faltaban solo dos días para el viaje a París, lo que no ayudaba en lo absoluto. A cada rato me trababa o me confundía, y aunque intentaba corregirme rápidamente, sabía que Hunter se daba cuenta.

De pronto, mi teléfono sonó, interrumpiendo nuestra charla. Era Madison.

—Londy, ¿vamos al centro comercial? Te veo en la tienda de Prada en una hora —dijo con ese tono alegre que siempre me sacaba una sonrisa.

—Está bien, te veo allá —respondí antes de colgar.

Intenté disculparme con Hunter, diciendo que me tenía que ir, pero él insistió en llevarme.

—No te preocupes, te llevo yo. Además, podemos seguir platicando sobre el tema en el camino —dijo, como si fuera lo más lógico del mundo.

Suspiré, sabiendo que discutir con él era inútil. Así que acepté, y antes de que me diera cuenta, estaba subiendo al asiento del copiloto de su coche. Él, en un gesto que me tomó por sorpresa, abrió la puerta para que entrara. A pesar de estar acostumbrada a cierto nivel de elegancia y formalidad, no pude evitar sentirme un poco... nerviosa.

El auto era un Bugatti La Voiture Noire, y aunque no soy experta en coches, sabía que este era especial. Su diseño, la fibra de carbono, el acabado perfecto... todo gritaba lujo y exclusividad. Mientras me abrochaba el cinturón de seguridad, no pude evitar pensar en el precio exorbitante de 11 millones de euros que alguna vez había oído.

Una vez que Hunter estuvo en el asiento del conductor y cerró la puerta, el rugido del motor llenó el ambiente. Los guardias de seguridad nos seguían en un coche negro detrás de nosotros, siempre discretos, siempre presentes. Le envié un rápido mensaje a Madison para decirle que ya iba en camino, y entonces noté una melodía suave de fondo, algo que de repente me hizo perder la concentración. Mis ojos se desviaron hacia el volante, observando cómo Hunter lo manejaba con una precisión que parecía casi instintiva. Cada giro, cada movimiento, todo bajo su control.

Me mordí el labio sin darme cuenta cuando mis ojos bajaron hasta sus brazos. Llevaba las mangas de la camisa dobladas hasta los codos, dejando al descubierto unos antebrazos bien tonificados, con finos vellos rubios apenas visibles bajo la luz. Pero lo que realmente llamó mi atención fueron las venas marcadas que recorrían sus brazos, moviéndose con cada pequeño ajuste que hacía al volante. Era... hipnótico.

Sentí un calor extraño subir por mi rostro, como si estuviera mirando algo que no debería, pero no podía apartar la vista. Mis pensamientos se arremolinaban y mi cuerpo comenzó a reaccionar de maneras que no entendía del todo. De repente, la voz de Hunter me sacó de mi ensoñación.

—¿Anthea? —preguntó, con una sonrisa divertida en los labios y esos hoyuelos que me hacían perder el equilibrio cada vez que los veía—. ¿Estás bien?

Me quedé en blanco, completamente desconcertada. Había estado tan concentrada en sus brazos que ni siquiera me había dado cuenta de que me hablaba.

—¿Eh? Sí... claro —contesté rápidamente, sintiendo cómo mis mejillas ardían. ¡Qué vergüenza! No había forma de que no notara lo embobada que me había quedado.

—Te ves un poco distraída —se rió, claramente divirtiéndose a mi costa.

Mi corazón dio un vuelco al verlo reírse, y desvié la mirada hacia la ventana, intentando calmarme. El calor seguía instalado en mi cara, y lo peor de todo es que no tenía ninguna buena excusa para justificarme. No podía simplemente decirle que había estado mirando sus brazos como si fueran lo más interesante del mundo, ¿o sí?

si los demás supieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora