Capitulo VIII - Contacto

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El aire en la cueva era denso, cargado de tensión. Camazotz se deslizaba entre las sombras como una pesadilla, sus alas membranosas rozando las paredes rocosas con un sonido apenas perceptible. Su figura enorme se movía de un rincón oscuro a otro, tan rápido que Kong apenas podía seguirlo. Cada vez que intentaba golpearlo con su hacha, Camazotz ya había desaparecido, dejando solo su risa gélida reverberando en el aire.

Frustrado, Kong gruñó y arremetió con su guante Beast, pero la velocidad del titán murciélago lo hacía imposible de alcanzar. Camazotz parecía estar jugando, burlándose de ellos con cada movimiento entre las sombras.

Shimo, por su parte, intentaba acertar con su rayo helado, pero sus esfuerzos eran en vano. Camazotz desaparecía antes de que el hielo pudiera alcanzarlo, dejando tras de sí solo el eco de sus enloquecedores chillidos. El enojo crecía en los ojos de Kong mientras el murciélago, ahora más rápido y fuerte que nunca, lo rodeaba, buscando su momento para atacar.

De repente, Camazotz descendió en un movimiento rápido y certero, golpeando a Kong en el pecho con sus garras. El golpe lanzó al rey de la Tierra Hueca contra la pared de la cueva. Shimo rugió y disparó una ráfaga de hielo, pero Camazotz ya se había desvanecido en la penumbra.

El murciélago no solo buscaba venganza; estaba jugando con sus presas, asegurándose de que el terror se apoderara de ellas antes de atacar de verdad.

En un giro repentino, Camazotz se lanzó hacia Shimo con la intención de herirla, pero sus garras no pudieron penetrar la gruesa piel de la titán de hielo. El frustrado chillido de Camazotz resonó en la cueva. Sabía que no podía derrotarla con fuerza bruta, así que cambió de estrategia.

Con un chillido sónico ensordecedor, la cueva entera tembló. La onda sonora derribó a Kong y Shimo, dejándolos inmovilizados. Aprovechando el momento, Camazotz provocó un derrumbe que separó a los dos titanes con rocas y escombros. Sonriendo maliciosamente desde las sombras, sabía que había logrado su objetivo: aislar a Kong de su protectora.

Bajo las rocas, Kong rugió furioso, sacudiéndose los escombros con esfuerzo. Dolorido pero decidido, agarró su hacha, cuya luz azulada iluminaba débilmente la cueva. Sin embargo, antes de que pudiera ponerse de pie por completo, Camazotz volvió a atacarlo desde las sombras, empujándolo de nuevo hacia atrás.

Kong comprendía que estaba en desventaja. Camazotz era demasiado rápido y las sombras eran su reino. Solo la luz podría equilibrar la batalla. Sabía que tenía que encontrar una salida al exterior, donde la luz del sol le daría una ventaja decisiva.

Con esta idea en mente, comenzó a correr, buscando desesperadamente una salida. Camazotz lo persiguió desde las alturas, lanzando ataques rápidos y cortantes mientras reía macabramente. Kong apenas podía mantenerse a la defensiva, con la luz de su hacha brindándole solo un mínimo de visibilidad.

Camazotz volaba en espirales, desapareciendo y reapareciendo como una criatura etérea. Cada tanto se lanzaba en picado, rozando a Kong con sus afiladas garras, provocando cortes superficiales pero irritantes. El rey de la Tierra Hueca seguía adelante, impulsado por sus instintos, sabiendo que debía encontrar la luz.

Finalmente, después de lo que parecieron horas de persecución, Kong vio una tenue luz al final de un túnel. Era su oportunidad. Con renovada energía, corrió hacia la salida, pero Camazotz, notando el cambio, aceleró, decidido a detenerlo.

Justo cuando la salida estaba cerca, las garras de Camazotz lo atraparon, hundiéndose en su espalda y tratando de levantarlo del suelo. Kong rugió de dolor, luchando por liberarse. El murciélago bajó la cabeza, preparándose para clavar sus colmillos en el cuello de Kong.

Godzilla: El despertar de la pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora