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Ta estaba sentado en su despacho, mirando por la ventana los jardines donde había hablado con Barcode. Aunque su semblante permanecía frío e impenetrable, su mente no dejaba de maquinar. Sabía que el tiempo se agotaba. Su padre, el patriarca de la familia Satur, le había anunciado que pronto se jubilaría, y uno de ellos tendría que tomar su lugar en la cabeza del imperio criminal. Jeff, por ser el mayor, tenía el derecho natural de heredar el puesto, pero Ta sabía que también tenía la capacidad, si no más, para liderar. La diferencia era que él operaba desde las sombras, dejando que todos subestimaran su verdadera ambición.

Mientras ideaba su próximo movimiento, recibió un mensaje que lo sacó de sus pensamientos. Jeff iba a viajar a Italia por negocios, una reunión con sus socios italianos, y planeaba llevar a Barcode con él. Aquello encendió una chispa de ira en Ta. Sabía que su hermano estaba jugando con Barcode solo para demostrar su poder sobre él, para restregarle en la cara que podía arrebatarle lo que quisiera.

"Esto no puede seguir así", pensó Ta, apretando los puños. Necesitaba sacar a Barcode antes de que Jeff lo llevara a Italia. El viaje podría ser su oportunidad de ejecutar su plan, pero debía moverse con cautela.

Mientras tanto, en la habitación de Jeff...
Barcode estaba sentado en una esquina de la enorme habitación, nervioso y tenso. Había sido llamado a la presencia del alfa sin explicación alguna, y cada vez que eso sucedía, sabía que nada bueno podía venir. Jeff lo observaba desde el otro lado de la habitación, de pie junto a una mesa, bebiendo whisky mientras lo miraba con esa sonrisa arrogante que tanto detestaba.

–¿Te has adaptado bien a mi casa? –preguntó Jeff con tono casual, pero Barcode podía sentir el veneno detrás de cada palabra.

–No tenía otra opción –respondió Barcode, su voz firme, aunque por dentro sentía miedo.

Jeff dejó el vaso sobre la mesa y caminó lentamente hacia él, como un depredador acechando a su presa.

–Pronto saldremos de aquí –dijo Jeff, inclinándose lo suficiente para quedar a la altura de Barcode, que seguía sentado–. Tengo asuntos en Italia, y tú vendrás conmigo.

Barcode sintió un escalofrío recorrer su espalda. La idea de estar solo con Jeff en un país extranjero lo asustaba profundamente, aunque intentó no mostrarlo.

–¿Por qué debería ir contigo? –preguntó, con un tono desafiante, aunque sabía que no tenía elección.

Jeff soltó una risa seca y se incorporó, dándole la espalda por un momento.

–Porque te lo estoy ordenando –respondió, su voz llena de autoridad–. Y porque no quiero dejarte solo aquí. Podrías intentar escapar, y no podemos permitir que juegues a eso, ¿verdad?

Barcode sintió que su pecho se apretaba. Jeff lo veía como un objeto más, un trofeo para exhibir. Pero había algo en sus palabras, algo más profundo que simple control. Era como si el hecho de que Ta lo quisiera hiciera que Jeff lo deseara más, no por amor, sino por puro orgullo.

–Estaremos en Italia por unos días. Necesito que te comportes –Jeff sonrió, mirándolo por encima del hombro–. ¿No te gustaría conocer Europa? Claro, siempre bajo mi vigilancia.

Barcode cerró los ojos por un momento, luchando contra la frustración que sentía. No era un juguete para que lo llevaran de un lado a otro. Pero, en este momento, no tenía otra opción.

De vuelta con Ta...

Ta caminaba de un lado a otro en su despacho. Sabía que no tenía mucho tiempo. El viaje de Jeff era la oportunidad perfecta para ejecutar su plan. Sabía que su padre lo estaba observando de cerca, y que cualquier error podría costarle todo. Tenía que ser calculador, frío, pero también debía mover sus piezas con rapidez.

Sus pensamientos volvieron a Barcode. Sabía que Jeff lo llevaría con él solo para provocar, para demostrar que tenía control. Pero Ta también sabía que su hermano subestimaba su habilidad para jugar este juego. Si Jeff lo apartaba de su territorio, Ta tendría la oportunidad perfecta para intervenir, sin que su hermano mayor lo viera venir.

–Pronto, Barcode –murmuró para sí mismo–. No dejaré que Jeff te lleve a Italia. No dejaré que siga usando a las personas como juguetes.

Ta encendió su celular y marcó un número. Al otro lado de la línea, una voz grave respondió.

–Prepárate. Tenemos trabajo que hacer –ordenó Ta, con la frialdad que lo caracterizaba–. Jeff no puede llevarse a Barcode a Italia. No lo permitiré.

El hombre al otro lado asintió, entendiendo las implicaciones de sus palabras.

El reloj empezaba a correr, y Ta estaba más decidido que nunca. El juego por el poder dentro de la familia Satur estaba a punto de alcanzar su punto más alto, y Barcode, sin saberlo, se había convertido en la pieza clave de todo.

Ámame a mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora