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El bar estaba lleno de alfas, y las luces tenues hacían que el lugar se llenara de sombras. Barcode se movía con gracia, aunque su expresión mostraba aburrimiento y cansancio. Estaba acostumbrado a las miradas lujuriosas que lo seguían, pero nunca dejaba que eso lo afectara. Al fin y al cabo, él solo era un omega más en ese mundo donde los alfas dominaban. Sin embargo, su aroma a coco y jazmín nunca pasaba desapercibido.

Al finalizar su turno, se dirigió hacia los vestidores. Pero algo estaba mal. Las luces en el pasillo comenzaron a parpadear, y el sonido de pasos pesados llenó el ambiente. Antes de poder reaccionar, sintió unas manos fuertes en sus brazos.

-¡No, suéltame! ¿Quién eres? -exclamó Barcode, intentando zafarse mientras lo arrastraban fuera del bar.

Un grupo de hombres de negro lo rodeaba, pero el que lo llevaba era distinto, su presencia era fría, amenazante, con una mirada gélida que parecía perforar su alma. Jeff Satur.

-Eres mío ahora -dijo Jeff con voz baja y grave, sin mirarlo a los ojos.

Barcode pataleó y gritó, pero sus intentos fueron inútiles. Pronto lo metieron a una camioneta oscura y silenciosa. El camino fue largo, y Barcode, aunque aterrado, intentaba controlar su respiración. No quería mostrar más debilidad de la que ya había dejado ver.

Finalmente, llegaron a una mansión enorme, con altos muros que parecían aislarlo del mundo exterior. Los hombres lo bajaron de la camioneta, y Jeff lo guió hacia el interior.

-¿Por qué me trajiste aquí? -preguntó Barcode con la voz temblorosa, tratando de mantenerse firme.

Jeff se acercó peligrosamente, sus ojos clavados en los de Barcode, tan cerca que sentía su aliento.

-Porque tú me perteneces. Desde el momento en que te vi, supe que eras mío.

Barcode apartó la mirada, sintiendo el peso de las palabras. Sabía que escapar sería imposible, pero en su interior, un fuego de resistencia seguía ardiendo.

Días después...

Barcode se había acostumbrado a la rutina en la mansión Satur. No tenía contacto con el exterior y apenas podía salir de su habitación. Sin embargo, las noches eran largas, y sus pensamientos siempre lo llevaban a un lugar oscuro. ¿Por qué él? ¿Por qué Jeff?

Una tarde, mientras Barcode estaba solo en el jardín, escuchó una conversación en la distancia.

-Sabes que no puedes quedártelo para siempre, Jeff -la voz era fría, pero con un tono más cálido que la de Jeff. Ta, su hermano.

-Barcode es mío, Ta. No te metas -respondió Jeff con desdén.

-Te lo advierto, Jeff. Todo lo que tienes, todo lo que amas... lo perderás. Y cuando lo hagas, no me culpes a mí.

La sangre de Barcode se heló al escuchar esas palabras. Sintió que la amenaza no solo era para Jeff, sino también para él.

Esa noche, Barcode decidió enfrentarse a Jeff. Entró en su oficina, sin pedir permiso. Jeff estaba sentado en su gran escritorio, sus ojos oscuros se levantaron para mirarlo.

-¿Qué quieres? -preguntó Jeff con frialdad.

-¿Por qué me trajiste aquí? ¿Qué pretendes de mí? -dijo Barcode, con una mezcla de miedo y rabia.

Jeff se levantó lentamente, caminando hacia él.

-Ya te lo dije, eres mío. No hay más que entender.

-¡No soy tuyo! ¡No soy de nadie! -gritó Barcode, sintiendo una furia que no sabía que tenía dentro.

Jeff se detuvo justo frente a él, sus ojos oscuros y peligrosos.

Ámame a mi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora