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La mano de Kuroo era cálida, suave y delicada. Pero cuando me estaba dando cuenta de ello pude notar como él se había dado cuenta de lo que yo me estaba arriesgando a demostrar y ello era un pequeño sentimiento grato.
Solté su mano y fui por mi botella de agua.
—Creo que será mejor que me vaya. —Dije al quedar junto a mi hermano. —Fue mucho voleibol por hoy.
—Pero debes quedarte a los helados. —Hizo nuevamente un puchero.
—Lo sé pero estoy cansada.. necesito un buen baño y recostarme en mi cálida cama mientras veo caricaturas. —Palmee su hombro con cariño. —Si quieres quedarte otro poco esta bien, puedo irme caminando sola.
—Pero con cuidado.
Asentí. —Con cuidado.
Me puse de puntillas y bese su mejilla sonriendo para después tomar mi bolso, colgando este en mi hombro.
Satori despeino mi cabello con una mano y yo sonreí, sin acomodarlo. Me despedí de Ushijima con un movimiento de mano e imite la misma acción para despedirme de los demás luego de haberlos felicitado por el gran juego que habíamos tenido.
El sol comenzaba a ocultarse detrás del horizonte cuando comencé a caminar, alejándome del gimnasio. El partido de práctica contra Kuroo, Bokuto, Akaashi y Kenma había sido intenso. Aunque nosotros habíamos ganado, el desafío me dejo un cansancio que se arrastraba con cada paso que daba.
Y mientras caminaba hacia casa, el silencio y la tranquilidad de la calle me tenía incomoda, estaba acostumbrada más al ruido en general, pero ahora solo tenia el sonido lejano del tráfico y el ocasional canto de uno que otro pájaros como compañía. Sin embargo, esa paz se rompió cuando empecé a escuchar unos pasos firmes detrás de mio. En reacción ajuste el bolso en mi hombro y acelere, pero los pasos continuaron a un ritmo constante.
No necesitaba voltearme para saber quién me estaba siguiéndo. La sensación de la mirada penetrante de Kuroo era inconfundible y de alguna manera, única, que por el poco tiempo sabía reconocer.
