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El frío de la mañana me golpeaba el rostro mientras pedaleaba en dirección al lugar donde nos reuniríamos. Habíamos acordado que hoy elegiríamos la canción para el concurso, y aunque el ánimo todavía no estaba en su punto más alto tras lo ocurrido en el festival, sabía que este evento era una oportunidad para redimirnos.
Iba sumida en mis pensamientos, con la bufanda tapándome media cara, cuando doblé en una esquina demasiado rápido. No me di cuenta hasta que fue demasiado tarde y frente a mí, un grupo de chicos caminaba cargando estuches de guitarra.
—¡Cuidado! —Gritó una voz masculina justo cuando frené de golpe, derrapando ligeramente y deteniéndome a centímetros de uno de ellos.
—Eh, casi nos matas! —Exclamó un chico rubio con expresión exagerada, que daba un paso atrás mientras sujetaba su estuche como si fuera un escudo.
—Perdón, perdón.. —Dije rápidamente, bajándome de la bicicleta con las manos levantadas —No los vi.
—No pasa nada —Un chico de cabello plateado, que parecía el más tranquilo del grupo, habló con calma. —Pero ten cuidado.
—Vaya forma de hacer una entrada. —El rubio que había protestado, aún sujetando su guitarra, sonrió de lado.
—Atsumu, ya basta. Fue un accidente. —El otro chico, que claramente era su gemelo, lo empujó con el codo.
—Hey, no todos los días casi me atropella alguien en bicicleta. —Atsumu se encogió de hombros, fingiendo ofensa.
—O no miras por dónde caminas o no miras por dónde pedaleas. —El chico de cabello grisáceo con las puntas blancas, con una expresión seria, les dirigió una mirada de reproche a todos.
—De todas formas, sobrevivimos, así que no hay problema. —El último del grupo, de ojos entrecerrados y una actitud despreocupada, mantuvo su semblante serio.
Aún sintiéndome un poco avergonzada, observé a los cuatro por un momento. Tres de ellos cargaban estuches de guitarra, lo que me hizo pensar que quizás también eran músicos. Aunque claramente no los conocía, había algo en ellos que me llamaba la atención.
