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Después de la práctica, la atmósfera en el estudio cambió. Todos los chicos, después de haber hablado sobre la canción y lo que aún quedaba por ajustar, comenzaron a recoger sus cosas, riendo entre ellos mientras se despedían. Yamaguchi y Tsukishima comenzaron a hablar sobre la próxima tarea, mientras que Kageyama y Hinata se preparaban para salir, dejándome sola con mis pensamientos.
No sé por qué, pero ese día sentí que debía quedarme, por lo que a pesar de que los demás se habían ido, decidí quedarme en tiempo más. Después de que se fueron cerré la puerta tras de mí y me senté al frente de mi batería, mirando el espacio vacío.
Respiré hondo, dejándome envolver por el silencio que quedaba después del bullicio de la práctica. La canción que habíamos tocado seguía resonando en mi mente, como un eco que no podía soltar. Había algo en ella que me hacía sentir que, de alguna manera, habíamos tocado algo importante, algo que podía marcar la diferencia, pero al mismo tiempo, algo me decía que el camino que teníamos por delante no iba a ser fácil.
Miré las baquetas en mis manos, con el sudor aún ligeramente fresco en mi piel y me permiti pensar en lo que realmente quería para la banda. La pasión que todos compartíamos por la música era palpable y ver cómo se había formado una conexión en los últimos ensayos me había dado una chispa de esperanza, pero también sabía que el mundo fuera de ese estudio no era tan sencillo. El camino hacia el éxito, hacia ser escuchados, era un camino lleno de obstáculos.
La industria musical parecía estar llena de reglas no escritas, de estándares que se imponían desde arriba y aunque nuestra música era auténtica, no podía evitar preguntarme si realmente el mundo estaba listo para algo tan diferente. La canción que habíamos creado, con su toque suave y único, tal vez no encajara en los moldes que otros esperaban, pero, a la vez, ¿Quién dictaba esas reglas? ¿Cómo podríamos hacer para sobresalir en un mar de voces que parecían todas seguir el mismo patrón?
