¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
⋆.˚✮𓅪✮˚.⋆
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Al otro día me encontraba de nuevo en el sótano de mi casa. Las paredes estaban cubiertas de pósters de bandas que admiraba por el momento, pero hoy parecían observarme con prejuicio, hostigandome y juzgando cada uno de mis movimientos. La presentación en la escuela estaba cada vez más cerca y, a medida que los días avanzaban, el nudo en mi estómago se apretaba más.
Mis manos empezaron a sudar. ¿Y si no estaba a la altura de los demás? He practicado, sí, pero la ansiedad me golpea como un tambor descontrolado. Cada vez que pienso en la presentación, siento que el aire se me escapa. Y el problema era que quería impresionar a alguien por segunda vez.
Empecé a tocar, golpeando el tambor con fuerza. Al principio la música fluyó, pero a medida que avancé, mis manos comenzaron a desobedecerme y me detuve, molesta conmigo misma. La canción que se eligió al final sonaba en mi mente, pero los compases se entrelazaban con mis dudas. ¿Qué pasa si me olvido de la secuencia? ¿Qué pasa si me quedo muda a la hora de cantar? Será que.. lograré impresionar?
Tan solo quedaban.. tres días.
Practique de nuevo. La primera repetición me pareció decente, pero conforme seguía, el ritmo se volvió errático y mis pensamientos se volvieron un torbellino.
No podia seguir así. No podía ser la única que no estaba a la altura.
Cada golpe del tambor se sentia como una declaración de mis inseguridades y de apoco comencé a temblar.
Me obligue a repetir la canción, una y otra vez lo intente, cada vez con más desesperación. Mis brazos se sentían pesados y cada vez que golpee el tambor, sentía que estaba a un paso de caer en un abismo. Me detuve, sintiendo que mi pecho se apretaba con más fuerza y observe mis manos, temblorosas, como si fueran hojas de papel en contra del viento.
¿Qué les había pasado a mis dedos, que solían moverse con gracia y confianza?
La décima repetición me dejó exhausta. El eco de los tambores se desvanecio en la habitación, pero el eco de mis dudas seguía resonando en mi cabeza. Estaba completamente sola aquí, pero me sentía rodeada de críticas que no existían aún. La idea de cantar frente a mis compañeros y profesores me paralizaba.
