La tarde había caído en U.A., y Shoto Todoroki estaba sentado en el sofá de su apartamento con Takeshi en brazos. Aunque el ambiente estaba tranquilo, Takeshi, de ocho semanas, parecía estar lejos de la calma. El pequeño fruncía el ceño, su rostro arrugado en una expresión de incomodidad que era difícil de ignorar.
Shoto había intentado todo para calmar a Takeshi: había cambiado su pañal, le había dado de comer, y lo había mecido suavemente. Sin embargo, el bebé continuaba con su expresión de desagrado y sus pequeños puños estaban apretados.
─ ¿Qué te pasa, pequeño? ─murmuró Shoto, mientras miraba el rostro congestionado de su hijo─. ¿Por qué estás tan molesto?
El ceño fruncido de Takeshi se mantenía, y sus llantos se hacían más persistentes. Shoto, aunque cansado, estaba decidido a resolver el problema. Intentó varias técnicas que había aprendido durante sus breves meses de experiencia como padre, pero nada parecía funcionar.
Shoto se levantó y comenzó a caminar por la sala con Takeshi en brazos, esperando que el movimiento pudiera calmar al bebé. Mientras caminaba de un lado a otro, trataba de pensar en otras posibles razones para la incomodidad de Takeshi.
─ ¿Puede ser que tenga gases? ─se preguntó Shoto en voz alta, mientras le daba un pequeño masaje en la espalda al bebé─. Quizás necesita eructar.
El pequeño Takeshi continuaba frunciendo el ceño y llorando, pero Shoto no se rendía. De repente, recordó un consejo de Fuyumi sobre el uso de una manta para envolver al bebé en un abrazo apretado, conocido como "envoltura". Con esperanza, tomó una manta y envolvió a Takeshi con cuidado, asegurándose de que estuviera bien sujeto pero sin hacerlo demasiado apretado.
Mientras envolvía al bebé, Shoto trató de calmarse a sí mismo, respirando profundamente y hablando con voz suave.
─ Está bien, Takeshi ─dijo Shoto─. Papá está aquí. Vamos a intentar esto y ver si te ayuda a sentirte mejor.
De pronto, Takeshi comenzó a relajarse gradualmente. Su llanto se tornó en sollozos suaves y el ceño fruncido comenzó a desvanecerse. Shoto continuó meciendo a su hijo con movimientos suaves, sintiendo una mezcla de alivio y satisfacción al ver que la técnica funcionaba.
Después de unos minutos, Takeshi parecía más calmado y finalmente se quedó dormido en los brazos de su padre. Shoto, aún con la manta enredada en sus manos, se recostó en el sofá, sintiéndose exhausto pero aliviado. Miró el rostro sereno de Takeshi mientras dormía plácidamente y no pudo evitar sonreír.
─ Eres todo un enigma, pequeño ─dijo Shoto con una sonrisa cansada─. Pero me alegra que estés más tranquilo ahora.
Shoto se acomodó en el sofá, con Takeshi aún en brazos, y permitió que el agotamiento lo envolviera. Mientras el bebé dormía, Shoto reflexionó sobre los desafíos que enfrentaba y las lecciones que estaba aprendiendo cada día. Aunque la vida como padre soltero estaba llena de incertidumbre y dificultades, cada pequeño momento de calma y cada sonrisa de Takeshi hacían que el esfuerzo valiera la pena.