Capítulo 2 - Parte 4

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Parte 4


De regreso en el club de ocultismo, la atmósfera continuaba siendo asfixiante, aunque más sosegada de lo que había sido en los momentos finales del encuentro entre Raven y Zephyr.


El silencio dominaba, pero no era un silencio vacío. Era uno que susurraba cosas que nadie podía entender del todo, pero que se sentían presentes, como si las paredes mismas estuvieran guardando secretos antiguos, oscuros y peligrosos.


Raven se había quedado solo tras la salida de Zephyr, pero la sombra de su presencia parecía seguir impregnando la sala. Se mantenía de pie en el centro del cuarto, intentando calmar la tormenta que había dejado ese enigmático encuentro. Su mente no dejaba de revolverse, buscando un punto de anclaje, una explicación lógica para lo que acababa de suceder.


Pero no la había.


Por mucho que intentara racionalizarlo, algo dentro de Raven había cambiado. Y lo peor de todo era que él lo sabía.


Era como si Zephyr hubiese sembrado algo en su interior, algo que estaba germinando rápidamente. La oscuridad que había sentido durante la conversación no había desaparecido del todo, solo se había ocultado, esperando el momento adecuado para salir.


—Maldición... —murmuró, frotándose las sienes, intentando sacudirse esa sensación persistente de vulnerabilidad que lo estaba carcomiendo.


Por primera vez en mucho tiempo, Raven se sintió fuera de control, y esa idea le resultaba intolerable.


De repente, un crujido suave, como el susurro de una tela rasgada, rompió la quietud. Raven se tensó. Aunque la sala parecía vacía, ese sonido lo hizo retroceder, instintivamente buscando algo con lo que defenderse. Pero cuando sus ojos recorrieron la habitación, no vio nada fuera de lugar.


O eso creyó, hasta que su mirada se posó en el lugar donde Zephyr había estado de pie hacía apenas unos minutos. Había algo ahí. Una marca. Una especie de quemadura negra en el suelo, como si la misma oscuridad se hubiera solidificado por un instante antes de desvanecerse.


Raven frunció el ceño y dio un paso hacia la marca. El aire alrededor de ella era más frío, y por un segundo, tuvo la sensación de que, si se acercaba demasiado, algo podría arrastrarlo a un lugar del que nunca podría regresar.


—¿Qué demonios es esto...? —se agachó, observando la extraña mancha con cautela. Al extender la mano para tocarla, una punzada aguda de frío atravesó sus dedos, obligándolo a retirarse inmediatamente.


El frío no era natural.


La puerta del club se abrió de golpe, y la luz de las lámparas del pasillo se derramó en la habitación, disipando parcialmente la opresión de la oscuridad. Raven se incorporó de un salto, su cuerpo tenso y preparado para cualquier cosa.


Pero no era Zephyr.


Era uno de los miembros más jóvenes del club, un chico llamado Erwin, que lo miraba con una expresión de confusión.


—¿Raven? ¿Qué haces aquí tan tarde? —preguntó con curiosidad, acercándose—. Pensé que ya todos se habían ido.


Raven no supo cómo responder de inmediato. Parte de él estaba tentado a mencionar lo que había sucedido, pero ¿cómo explicarle algo que ni él mismo entendía del todo? Además, mencionar a Zephyr podría abrir una caja de Pandora que aún no estaba preparado para enfrentar.


—Solo... me quedé más tiempo de lo planeado —respondió finalmente, con una sonrisa forzada—.


Estaba revisando algunos libros, ya sabes.


Erwin levantó una ceja, claramente escéptico, pero no insistió. En cambio, miró alrededor, notando el ambiente extraño que aún impregnaba la sala.


—Este lugar se siente... raro —dijo, frotándose los brazos—. ¿Seguro que estás bien?


Raven asintió, más para tranquilizar a Erwin que porque realmente se sintiera mejor. Sabía que tenía que abandonar el club por esa noche, pero no podía dejar de pensar en la marca en el suelo y en las palabras de Zephyr que seguían retumbando en su cabeza.


"Todo lo que has hecho hasta ahora ha sido... un juego de niños."


Esa frase en particular se repetía una y otra vez, como una sentencia que no podía ignorar.


—Sí, solo... necesito un respiro —murmuró, intentando sonar convincente—. Voy a cerrar el club por hoy.


Erwin le lanzó una mirada rápida antes de asentir y darle una palmada en el hombro. —Nos vemos mañana, entonces. Intenta descansar, Raven.


Cuando Erwin finalmente se marchó, Raven permaneció en el umbral de la puerta por un momento, contemplando la penumbra que se cernía en la sala. Estaba a punto de cerrar la puerta cuando, por el rabillo del ojo, vio que la vela que había estado a punto de apagarse momentos antes con Zephyr, de repente, volvió a encenderse, su llama bailando suavemente en la oscuridad.


Una advertencia silenciosa.


Raven cerró la puerta con más fuerza de la que había planeado y caminó rápido hacia su dormitorio, pero mientras se alejaba, no pudo sacudirse la sensación de que, aunque físicamente se había apartado de esa habitación, algo de ella lo había seguido.


Algo que no lo dejaría ir fácilmente.

Astral Edge Volumen 1:  ConmociónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora