Capítulo 11 - Yesenia

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Caminaba por un pasillo en medio de la penumbra, sus pasos sin rumbo resonaban como ecos. Sus ojos revoloteaban hacia un pasillo largo con un tramo final oscuro y lúgubre. Los latidos de su corazón eran como bombas en el silencio a medida que avanzaba hacia la oscuridad. Pero no había temor ni inseguridades, solo una tranquila curiosidad que la llevó a detenerse frente a una puerta.

Es la habitación de él; pensó con seguridad, pero no intentó correr ni luchar, solo percibió una fuerza atraerla hacia allí. Necesitaba ver el lugar con sus propios ojos, más allá que de alguna forma sabía cómo era. Allí se refugiaban sus secretos y donde sus preguntas tenían respuestas. Y se paró con firmeza, alcanzando el picaporte pero cuando se acercó lo suficiente para obtener lo que quería, despertó.

Ese día, Yesenia despertó con la idea de que debía hacer algo por llegar a la verdad y entender más lo que sucedía. Una pequeña idea se había sembrado en su mente, y que día a día cobraba un poco más de fuerza. Contemplaba de reojo a Bastian tararear alguna canción mientras leía uno de los viejos registros de la ciudad. Él continuaba con su búsqueda sobre Alfonzo Aldrich, mientras ella intentaba desvelar los misterios de su anterior vida y su propia mente.

— ¿Alguna información nueva? —preguntó ella con curiosidad, sirviendo la segunda taza de café durante esa tarde. Había dado vueltas por la casa y tras evaluarlo, decidió avanzar en un experimento.

— Aparentemente, la casona la construyó él para su esposa. Hay algunos registros perdidos por años, pero lo último que refieren es que hubo un incendió en la mansión que casi la destruye —explicó viéndose totalmente interesado en aquel misterio. Yesenia no pudo evitar sonreír al verlo tan desenfadado y curioso, muy diferente a su versión en la casona.

Quizás hubiera sido buena idea que él se alejara de ella, y también pasar tiempo juntos, aunque él a veces prefería irse a algún hotel.

— ¿Y la llave? —miró con interés al objeto sobre la mesa frente al sillón. Él meneó la cabeza, aún sin darle un origen. Sus ojos oscuros dejaron de lado el libro en sus manos, y la recorrió de arriba a abajo. Había un brillo peligroso en su mirada y una media sonrisa se instaló en sus labios.

— ¿Y qué se supone que vas a hacer tu? —inquirió, notando sus pantalones cortos sobre su malla enteriza. Tenía el pelo atado en lo alto de su cabeza y una inquietud de la que necesitaba deshacerse.

— Un experimento, pero necesito tu ayuda —dijo por lo bajo, luchando por no moverse las uñas. Las cejas de Bastian se elevaron con interrogantes y ella lo obligó a seguirla hasta el baño. Fue allí cuando le mostró la bañera llena de agua tibia.

En sus años viviendo allí, ella jamás había usado la bañera como tal, y de solo verla, la ansiedad aumentaba en su interior.

— Tuve una idea loca —comentó avanzando—. Tu me contaste que los recuerdos empezaron luego de un accidente, muy similar a la situación en la que moriste... así que pensé, ¿cómo fue que morí? —ladeó su cabeza hacia él.

— En... en el estanque —Yesenia lo vio palidecer antes de que susurrara con torpeza.

— Exacto, por eso preparé mi propio estanque —explicó—, y necesito que estés conmigo por cualquier cosa. Y porque le tengo miedo al agua —sonrió un tanto culpable. Bastian no lucía muy conforme con la idea, incluso podía verlo maquinando cientos de excusas para no tener que hacer eso, pero a la larga, sabía que ella lo haría de todos modos.

Ella tomó su mano cálida, pudiendo sentir el pequeño temblor en su pulso. Y Bastian la acompañó hasta el interior de la bañera, ayudándo a sentarse, con un silencioso desacuerdo.

La Heredera |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora