Capítulo 15 - Yesenia

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En medio de un sueño pesado, ella abrió los ojos y se estiró con lentitud. Su cuerpo se tensó cuando no vio a Bastian a su lado. Miró a su alrededor, lo buscó en cada habitación pero no había señales de él. Sus papeles y anotaciones continuaban en la mesa. Notó como la prolijidad se contrarrestaba con la letra irregular e imperfecta de las últimas hojas.

Con una punzada en su pecho, recordó la hoja que había escrito Diana en sus últimos días.

No la salvarás. No La sAlvARáS. NO LA SALVARÁS.

Vuelve a casa...

El horror desfiguró su rostro, el corazón latía deprisa y sin pensarlo dos veces, salió corriendo hasta la casona Vasirani. Bajo la noche oscura, no brillaban ni la luna ni las estrellas. Las calles solitarias le permitieron llegar con rapidez al lugar, que lucía más sombrío y tenebroso que de costumbre.

Se paró en la puerta de la casona, sintiéndose pequeña ante aquel edificio. Le recordó el primer día que estuvo allí, que observaba la puerta con ansiedad y curiosidad. Había pasado mucho tiempo desde eso, y la visión de la casona era muy diferente a la de aquel día. La puerta estaba abierta, dejando ver parte del vestíbulo y la sala. Con el corazón latiendo de prisa y su mente confundida, ella avanzó como si se tratara de uno de sus sueños.

Se aferraba a su teléfono cuando se detuvo al ver como el piano de Chiara estaba en medio de la sala, junto a la escalera. Contuvo el aire, aterrada, buscando en todas partes pero no había nada. Observó el piano con calma, tocándolo con suavidad, y elevó la vista hacia la escalera. Volvió a sentirse invadida por el miedo y la incomodidad al ver el cuadro semiquemado, del hombre aterrador colgado. Cerró los ojos inmediatamente, incapaz de verlo, y se sorprendió de escuchar pasos que descendían por la escalera.

El corazón parecía salir de su pecho al ver a Bastián. Se veía sano pero su rostro en blanco, mirada vacía y el caminar lento le advertía que algo no estaba bien.

— Bastian —lo llamó, pero él no pareció percatarse de su presencia. Se movía por inercia hasta ella, pero no la veían— Milo, soy yo —volvió a decirle, corriendo hasta él, tocando su pecho y su rostro para que la mirara. Él continuaba caminando en medio de un trance—. Por favor, tienes que mirarme —exclamó angustiada. La oscuridad de la casona y la presencia de aquel cuadro, le daba terror y desesperación.

Escuchó susurros a su alrededor pero no había nadie, o por lo menos eso era lo que se decía a sí misma. Continuaba llamando a Bastian y sacudía su cuerpo para despertarlo pero él no la oía. Solo vagaba por la casa sin importarle nada. Yesenia intentó aferrarse a su brazo para llevárselo de ahí, pero él la empujó lejos, haciéndola caer al suelo.

Chilló de dolor, pero no le importaba ella misma, solo necesitaba verlo a salvo. Él avanzaba por los pasillos, hasta la sala de Diana, cuando ella intentó detenerlo de nuevo. Bastian gruñó, sosteniéndola por el cuello y golpeándola contra la pared. Sus ojos se agrandaron con horror, lo miraba sin animarse a golpearlo porque no era él quien intentaba deshacerse de ella, empujándolo con fuerza. Pero el aire no le resultaba suficiente y la visión comenzaba a ser borrosa. Sus ojos se cerraban lentamente, sin ser capaz de continuar luchando.

Iba a morir, pero de alguna forma, no le importaba.

Los recuerdos de su última muerte se desbloquearon completamente. Recordó el agua, la falta de aire, la visión de los árboles y el cielo. Había ido al agua a buscar consuelo y su final, porque había perdido a la persona que más le importaba. Quería irse con él, hasta que lo vio. La sangre continuaba cayendo por su rostro, pero estaba allí con ella a su lado. Su rostro en blanco y ojos vacíos le dieron la primera advertencia.

La Heredera |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora