Capítulo 10 - Bastian

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Recordaba la imagen de la casona Vasirani antes de conocerla. O de volver a verla en su nueva vida. Tenía la nítida imagen de su enigmática fachada, su aspecto clásico y deslumbrante, la elegancia de sus pisos y paredes, la sobriedad de su decoración y la forma en la que se sentía estar allí, recorriendo sus habitaciones y pasillos. A veces, se sentía como hogar y a veces, como un laberinto destinado a llevar a una persona a la locura.

Todo ese encanto de las fiestas entre el jazz y las luces de la casa, las risas borrachas y los vestidos brillantes, quedó atrás porque lo primero que vio cuando la encontró fue un decadente fantasma de lo que fue su gloria y belleza. Sus recuerdos se convirtieron en un espejismo de la realidad, porque su actualidad era descuidada, opaca y espeluznante.

Le costaba entender cómo había perdurado con el tiempo. Quizás aquellos esporádicos dueños intentaron hacer algo con ella o el paso del tiempo no fue una grata amiga para la construcción. Lo que sí sabía era que tenía una fortaleza que la hacía vivir por sí misma.

Era como un alma antigua que se alimentaba de la luz, el polvo y la humedad. Y cuando Bastian caminó esos pasillos por primera vez en aquella vida, recordó cada momento vivido y cada persona. Ni siquiera escuchaba a Laurel contarle sobre los anteriores dueños, solo estaba sumergido en pensamientos de otras épocas que supieron ser gloriosas. La casona le dio una tímida bienvenida, con sus pisos crujiendo bajo sus pies, los cuadros observándolo con desconfianza y el ambiente luciendo más sombrío que lo que recordaba.

La biblioteca era el único lugar donde se sentía seguro. Podía ser por la ausencia de cuadros y personas juzgandolo, o porque no tenía recuerdos del pasado. Solo había libros y papeles amontonados.

Aquel día, se encontró con su reflejo en el gran espejo de la biblioteca que le recordaba que en esta vida tenía otro aspecto y rango social. Era un ser humano completamente diferente, pero al mismo tiempo, sentía que Milo no podía separarse de Bastian y eso lo frustraba porque sin él, sentía que no era nadie.

En medio del silencio, resonó su teléfono, sacándolo de sus pensamientos.

— Buen día señor Elizalde, su padre se ha comunicado conmigo para que le envíe las tareas para el próximo mes. En su mail tiene el cronograma y toda la información necesaria —le dijo el secretario de su padre, con quien hablaba más que con su propia familia. Bastian se hundió en el sillón con un silencioso gruñido. No quería saber nada del negocio familiar, pero tampoco tenía muchas opciones para huir del legado.

— Muchas gracias, ¿La semana que viene es la próxima reunión? —preguntó con curiosidad.

— En dos semanas, señor. ¿Sabe si volverá? —preguntó el secretario, y Bastian negó antes de hablar. Siempre sabía las preguntas que tenían las mismas respuestas una y otra vez.

— Lo dudo, tengo cuentas pendientes —respondió totalmente seguro de que aún le faltaba mucho por delante.

Cuando cortó la llamada, el silencio volvió a acompañarlo junto a los fantasmas del pasado. Al ponerse de pie, se miró nuevamente en el espejo. El reflejo le mostraba a un Bastian pálido y ojeroso, con sus ojos oscuros fríos y sombríos, que no coincidía con la forma en la que se sentía. En un instante, su reflejo se volvió demacrado con sangre que bañaba su rostro y ojos negros.

Gritó asustado, cerrando los ojos y alejándose del espejo. El miedo hizo que su corazón casi saliera de su pecho, y podría haber jurado que realmente había muerto de no ser porque volvió a mirar el espejo con desconfianza. Lucía saludable y para nada muerta como había visto hacía instantes.

Estaba enloqueciendo, estaba seguro. Entre las historias del pasado y el presente, comenzaron a marearlo y a imaginar cosas que no eran reales.

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La Heredera |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora