Rutina en el Abismo

2 2 0
                                    

El despertador de fuego suena con su habitual tono monótono, una alarma que solo Aylin puede oír en su celda aislada. Aylin se despereza lentamente, su cuerpo aún adaptándose a la frialdad del suelo de piedra bajo ella. La celda es minúscula, apenas lo suficiente para que se estire completamente, con paredes de piedra negra que reflejan una luz tenue y cruel que se filtra a través de una rendija en el techo. Esta pequeña hendidura es la única fuente de luz, una llama persistente que nunca se apaga, perpetuando una penumbra constante que oscurece el entorno.

Se levanta, sintiendo el agudo dolor en sus articulaciones que proviene de la frialdad del suelo. Las paredes de su celda están adornadas con marcas de garras y símbolos que los Custodes han dejado a lo largo de los años, una evidencia silenciosa de la desesperación y la tortura que enfrentan.

Aylin se dirige a la pequeña mesa en el rincón de la celda, donde una porción de comida insípida y fría la espera cada mañana. El desayuno consiste en una pasta grisácea que carece de sabor y de cualquier tipo de sustancia nutritiva que realmente pueda satisfacer el hambre. Con cada bocado, el gusto metálico y amargo la recuerda a lo que ha perdido y a la realidad cruel de su existencia.

Mientras come, mira a través de la rendija en el techo, observando cómo la luz de fuego proyecta sombras danzantes en las paredes de su celda. Es un espectáculo que se ha convertido en un ritual diario, una visión que le resulta al mismo tiempo hipnótica y angustiante. Aylin se pregunta si alguna vez verá algo diferente, si alguna vez sentirá el calor del sol en su piel o escuchará los sonidos de la vida fuera de esta prisión eterna.

El día sigue con la misma monotonía. La rutina de inspección es una serie de pasos predeterminados que debe seguir al pie de la letra. Se viste con su uniforme gris oscuro, un traje que se ajusta perfectamente a su figura pero que no ofrece ninguna comodidad ni calor. Sale de su celda y se dirige a la estación de inspección, donde debe asegurarse de que todo esté en orden antes de comenzar su turno en el Círculo del Abismo.

Cada movimiento está reglamentado y supervisado. Aylin camina por los oscuros pasillos del Dominio, una estructura infinita de piedra y fuego que nunca parece terminar. Las llamas parpadeantes de las antorchas en las paredes ofrecen una visión intermitente de los pasillos, revelando un entorno sombrío y opresivo. Las paredes están adornadas con grabados antiguos y estatuas de ángeles caídos, figuras que parecen observarla con una mirada fría y desalentadora.

Durante su recorrido, Aylin encuentra a otros Ignis Custodes, cada uno inmerso en su propia tarea rutinaria. Los rostros de sus compañeros son una mezcla de agotamiento y resignación. La vida aquí es una sucesión interminable de tareas sin fin y de observaciones constantes. Aylin observa a algunos de ellos con una mezcla de empatía y tristeza. La condición de los Custodes es cada vez más deteriorada, sus miradas vacías y sus cuerpos delgados muestran la crueldad de un sistema que no conoce piedad.

En medio de este entorno, Bassiel aparece en el pasillo. Su presencia es una pequeña chispa de humanidad en un mundo que parece haberse desvanecido en la frialdad de la rutina. Su rostro, aunque marcado por el cansancio, muestra una calidez que Aylin aprecia en este lugar desolado. Bassiel es uno de los pocos que parecen entender la carga emocional que lleva consigo el ser un Custode, y por eso Aylin se siente agradecida por su compañía.

—¿Sabes? —dice Aylin mientras se acercan al Círculo del Abismo—. A veces me pregunto si alguna vez seremos algo más que esto.

Bassiel la mira con una mezcla de sorpresa y comprensión. Sus ojos, usualmente serenos, reflejan un destello de tristeza que Aylin conoce bien.

—Recuerdo cuando creí en la justicia del Dominio —responde Bassiel, su voz cargada de nostalgia—. Pero con el tiempo, ese ideal se fue desmoronando. Ahora sólo nos queda seguir las reglas, día tras día.

Aylin asiente, sintiendo una profunda resonancia con las palabras de Bassiel. La creencia en la justicia y el orden que alguna vez tuvo ha sido reemplazada por una sensación de vacío y desilusión. La verdad que han descubierto es mucho más cruel y despiadada de lo que jamás imaginaron.

—¿Alguna vez te has preguntado qué pasa si rompemos las reglas? —pregunta Aylin, su mirada fija en las llamas que danzan en las paredes del pasillo.

Bassiel la observa con atención, como si intentara medir la gravedad de su pregunta. La expresión en su rostro se torna seria.

—No lo haríamos si supiéramos que hay una salida —dice con un suspiro—. El castigo es demasiado severo, y no sólo para nosotros. Las consecuencias afectan a los que quedan atrás también.

Las palabras de Bassiel resuenan en la mente de Aylin mientras continúan su camino. Cada Custode en el Dominio lleva una carga pesada, no sólo por la propia condena sino por la responsabilidad de mantener el orden en un lugar donde el sufrimiento es la norma.

—A veces me pregunto si hay alguna forma de cambiar esto —dice Aylin, su voz apenas un susurro—. Si realmente hay una manera de romper con este ciclo sin fin.

Bassiel la mira con una mezcla de tristeza y esperanza.

—La verdad es que no lo sabemos —dice—. Todo lo que podemos hacer es seguir adelante y esperar que, algún día, algo cambie. Pero también sabemos que desafiar el sistema puede tener consecuencias terribles.

La conversación se detiene cuando un grupo de Ignis Custodes pasa cerca, sus rostros cansados y abatidos. Aylin observa a sus compañeros, notando las marcas de agotamiento y desesperación en sus expresiones. El ciclo interminable de vigilancia y obediencia ha dejado una marca en todos ellos.

Mientras siguen caminando, Aylin se pregunta cómo pueden soportar este ciclo interminable de desesperación. Cada día es una repetición del anterior, sin esperanzas ni sueños. La atmósfera en el Dominio es una mezcla de desesperanza y resignación, y el peso de la rutina aplasta cualquier intento de encontrar una chispa de alegría o propósito.

—¿Sabes? —pregunta Aylin, rompiendo el silencio—. A veces pienso en lo que podría haber sido si no hubiera tomado esas decisiones equivocadas en el pasado. Si sólo hubiera hecho las cosas de manera diferente...

Bassiel la mira con empatía, entendiendo el dolor de sus palabras.

—Todos tenemos arrepentimientos —dice—. Pero no podemos dejar que nos consuman. Debemos encontrar una manera de seguir adelante, incluso si eso significa encontrar pequeños momentos de paz en medio de la oscuridad.

Aylin asiente, sintiendo un peso aliviado al compartir sus pensamientos con Bassiel. Aunque la rutina diaria sigue siendo abrumadora y la realidad del Dominio es cruel, estas conversaciones ofrecen un pequeño respiro. Es en estos momentos, en la compañía de alguien que entiende el sufrimiento, donde Aylin encuentra una breve chispa de esperanza.

A medida que el día avanza, Aylin y Bassiel continúan con sus tareas, realizando las inspecciones y vigilando el Círculo del Abismo. El ambiente sigue siendo opresivo, pero su conversación y compañía mutua proporcionan un alivio temporal a la desolación que los rodea.

Finalmente, cuando el turno llega a su fin y Aylin regresa a su celda, se siente un poco más ligera. A pesar de la rutina interminable y la crueldad del Dominio, estos momentos de conexión y reflexión son los que le dan fuerzas para seguir adelante. Mientras se acurruca en el frío suelo de piedra de su celda, Aylin cierra los ojos y deja que el sueño la envuelva, esperando que el próximo día traiga consigo una nueva oportunidad para encontrar respuestas y, quizás, una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.

Cementerio para una mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora