Ecos de silencio

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Giselle se había vuelto una sombra de sí misma. En los últimos días, su brillo habitual se había apagado, y su sonrisa, esa que siempre iluminaba cualquier lugar, se había desvanecido por completo. Se la veía caminar sola por las calles, siempre con la cabeza baja y perdida en sus pensamientos, como si algo la estuviera consumiendo desde adentro.

JJ, Kiara, Pope, Sarah y Jhon B la observaban desde la distancia, sus miradas llenas de preocupación. Ya no era la misma Giselle que conocían; aquella chica fuerte y valiente parecía haber desaparecido, reemplazada por alguien que se esforzaba por mantenerse entera, pero que cada día se rompía un poco más.

Estaban todos reunidos en el lugar en el que solían frecuentar. Kiara fue la primera en romper el silencio.

—¿La vieron últimamente? —preguntó, su voz cargada de inquietud mientras sus ojos seguían a Giselle, que estaba sola en una mesa apartada, jugando distraídamente con una pajita.

JJ asintió, sin apartar la vista de ella. Desde que se habían peleado, algo en él también se había roto. Por mucho que intentara olvidarla, verla así lo hacía sentir culpable, como si de alguna manera, él tuviera la culpa de su estado.

—No parece ella —agregó Pope, frunciendo el ceño—. Está rara, apagada... no sé, ¿será por lo de Rafe?

—Rafe es un imbécil, pero no creo que sea solo por eso —intervino Jhon b, entrecerrando los ojos, intentando leer a Giselle desde lejos—. Hay algo más.

JJ apretó los puños, sintiendo una mezcla de rabia y preocupación. Sabía que Giselle estaba pasando por algo, pero no podía ni imaginar qué. Tampoco podía acercarse; la herida entre ellos aún estaba abierta y dolía más de lo que quería admitir.

—Deberíamos hablarle, chicos —sugirió Sarah, que hasta ahora había estado en silencio—. No podemos dejarla así.

Kiara asintió, decidida.

—Voy yo. No puedo verla tan mal y quedarme quieta.

Kiara se levantó y se dirigió a la mesa de Giselle. Se sentó frente a ella sin pedir permiso, observando cómo Giselle intentaba fingir una sonrisa.

—Hey, ¿todo bien? —preguntó Kiara con suavidad, aunque sabía la respuesta.

Giselle asintió, pero sus ojos no lograban engañar a Kiara.

—Sí, sí... todo bien, solo estoy cansada, nada más —respondió Giselle, con la voz apagada y la mirada perdida.

Kiara no insistió, pero el silencio entre ellas lo decía todo. Era evidente que Giselle estaba sufriendo, y aunque no podía poner el dedo en la llaga, sabía que algo estaba terriblemente mal.

Giselle se levantó abruptamente, sin saber cómo escapar de la conversación. Murmuró una excusa y salió del lugar, dejando a Kiara con el corazón pesado.

Cuando regresó a la mesa con los demás, todos la miraron esperando alguna respuesta.

—Está mal, chicos —dijo Kiara, cruzando los brazos con frustración—. No me dijo nada, pero... no sé, no es la Giselle que conocemos.

JJ no pudo evitar sentirse más inquieto. A pesar de todo, no podía dejar de preocuparse por ella, aunque la rabia y la decepción seguían ahí. Giselle se alejaba más y más de todos, y por primera vez, el grupo sentía que la estaban perdiendo, sin saber cómo ayudarla.

Kiara regresó al grupo, sentándose con un suspiro pesado. La preocupación era palpable en cada uno de ellos, pero nadie sabía cómo abordar a Giselle sin asustarla más o empujarla a encerrarse aún más en sí misma.

—No podemos seguir mirando para otro lado —dijo Pope, rompiendo el silencio con una voz firme—. Si ella no quiere hablar, entonces tenemos que estar ahí, aunque sea en silencio.

JJ no dejaba de mirar hacia la puerta por la que Giselle había salido, su mente enredada en una maraña de pensamientos. No importaba cuánto intentara convencerse de que no le importaba, la verdad era que verla así le rompía el corazón. Giselle no era solo una Kook; era su amiga, alguien en quien había confiado más de lo que quería admitir.

—¿Y si intentamos averiguar qué está pasando? —sugirió JJ, su tono un poco más suave, casi como si hablara consigo mismo—. Tal vez alguien en su casa sepa algo... o Rafe.

—¿Querés que hablemos con Rafe? —preguntó Jhon b con incredulidad, sus cejas levantándose en sorpresa—. Ese tipo es la razón por la que está así.

JJ se pasó la mano por el pelo, frustrado. La situación parecía un callejón sin salida, pero quedarse de brazos cruzados no era una opción. Él mismo no sabía si quería respuestas por preocupación o por la necesidad de entender por qué Giselle lo había dejado fuera de su vida de esa manera.

—No sé, Jhon... no digo que lo hagamos ahora, pero si ella sigue así, no podemos simplemente mirar —respondió JJ, tratando de controlar la mezcla de emociones que hervían dentro de él.

Kiara asintió lentamente, comprendiendo que, por mucho que les doliera, tenían que actuar.

Mientras tanto, Giselle caminaba sin rumbo fijo por la costa, el ruido de las olas a lo lejos dándole un poco de calma. Todo era un caos en su vida, y la presión de mantener sus problemas en secreto la estaba destruyendo. A cada paso, sentía el peso de su decisión de estar con Rafe, de esconder lo que le estaba pasando y de mantenerse alejada de quienes realmente le importaban.

En un momento de debilidad, sacó su teléfono y abrió los mensajes de JJ. Tenía el impulso de escribirle, de explicarle todo, de pedirle perdón. Pero cada palabra que pensaba se quedaba en nada, y el miedo de exponer su verdad la paralizaba.

Con un suspiro profundo, borró el mensaje que nunca envió y guardó su teléfono. Sabía que no podía seguir así, pero también sabía que no tenía la fuerza para cambiarlo. No todavía.

Esa noche, el grupo se reunió en la casa de Pope. Pero hoy, ni siquiera la risa de Sara ni los chistes de Jhon b lograban levantarles el ánimo. Había algo en el aire, una tensión que ninguno podía ignorar.

JJ se levantó bruscamente de su asiento, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo.

—No puedo más con esto. No es justo para ella, y no es justo para nosotros —dijo, su voz cargada de una mezcla de frustración y tristeza—. Giselle está sola, y nosotros acá sin hacer nada.

Kiara lo miró, entendiendo su desesperación. JJ siempre había sido el más impulsivo, el que nunca se quedaba callado cuando algo lo preocupaba, y ahora, ver a Giselle en ese estado lo estaba consumiendo.

—Vamos a averiguar qué le pasa —propuso Pope, poniéndose serio por primera vez en la noche—. No importa lo que cueste, no la vamos a dejar sola.

Mientras tanto, Giselle regresó a su casa y encontró a Rafe esperándola en el auto, con una sonrisa fría que le erizó la piel. Sabía lo que venía, otra noche fingiendo que todo estaba bien, otra noche de silencios y miradas fingidas.

—Te ves horrible —comentó Rafe con sarcasmo, sin molestarse en disimular el desprecio en su voz—. ¿Lista para fingir que somos la pareja perfecta?

Giselle se limitó a asentir, su mirada vacía. La obligación de mantener las apariencias era su prisión personal, y la presencia de Rafe, una constante amenaza que no podía ignorar.

Esa misma noche, mientras Giselle y Rafe se paseaban por una fiesta, JJ y los demás decidieron dar un paso más. Se acercaron a la casa de Giselle, con la esperanza de encontrar alguna pista, algo que les explicara por qué su amiga se estaba alejando tanto.

En medio de la oscuridad, Kiara se fijó en las ventanas cerradas, y por un momento, una sensación de temor la recorrió. Como si lo que iban a descubrir fuera mucho peor de lo que imaginaban.

—Si ella no nos cuenta lo que pasa, vamos a descubrirlo nosotros —dijo JJ, decidido.

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