Rupturas y Reproches

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La música seguía sonando fuerte en la fiesta, pero para Giselle, todo era un murmullo distante. Apenas podía respirar. Se apartó de Rafe en cuanto pudo y se dirigió al patio trasero, esperando encontrar un momento de paz. Pero sus amigos ya estaban ahí, y la expresión en sus rostros le hizo saber que la paz era lo último que encontraría.

—¿Podés explicarnos qué fue todo eso? —preguntó Kiara, cruzada de brazos, con una mezcla de enfado y decepción.

—No es lo que parece... —intentó decir Giselle, pero JJ la interrumpió.

—¿Entonces qué es? —su voz estaba cargada de ira y dolor—. Porque a mí me parece bastante claro. Un día estamos juntos, y al siguiente estás con él. ¿Es una broma o qué?

Giselle sintió que las lágrimas amenazaban con salir, pero no podía quebrarse ahí. Miró a JJ, a sus ojos que ahora solo reflejaban desconfianza, y quiso decirle la verdad, pero las palabras no salían.

—¿Desde cuándo te importó tanto lo que Rafe pensaba de vos? —agregó Pope, frunciendo el ceño—. Sabés bien lo que nos ha hecho. Y ahora estás de su lado.

—Yo no estoy de su lado... —Giselle negó, pero cada vez se sentía más acorralada—. No elegí esto, no...

—¿Entonces qué hacés con él? —la voz de JJ se quebró un poco al final—. Pensé que éramos algo, pero claramente me equivoqué.

El silencio cayó entre ellos. Giselle sintió el peso de sus miradas y supo que no había palabras que pudieran arreglarlo. Rafe había hecho un buen trabajo en destrozar todo lo que ella valoraba, y ahora estaba atrapada en su propia mentira.

—Solo espero que valga la pena, Giselle —dijo Kiara con frialdad antes de darse vuelta y marcharse. Pope, Zara y Sean B. la siguieron sin mirar atrás.

JJ fue el último en quedarse. La miró, esperando una explicación, algo que pudiera hacerle entender, pero cuando vio que Giselle no podía hablar, simplemente negó con la cabeza y se fue, dejándola sola.

Giselle sintió cómo su mundo se desmoronaba. Había perdido todo, y Rafe, desde lejos, la observaba con esa sonrisa triunfante que la hacía sentir más atrapada que nunca.

JJ estaba a punto de irse, pero se detuvo y giró para enfrentarla una vez más. Giselle lo miró con ojos llenos de desesperación, queriendo explicar, pero JJ ya no estaba dispuesto a escuchar.

—Pensé que eras diferente a todos los Kooks... —dijo JJ, con la voz quebrada y los ojos brillantes de frustración—. Pensé que importabas, que eras real. Pero me equivoqué. Sos igual que todos los demás.

Las palabras de JJ cayeron como un golpe. Giselle sintió que su corazón se rompía un poco más con cada palabra. No había nada peor que perder la confianza de la única persona que había visto más allá de su fachada.

—JJ, yo... —intentó hablar, pero él ya se había dado vuelta, alejándose de ella con paso decidido, como si estuviera huyendo no solo de ella, sino de la herida que le había dejado.

Giselle lo vio irse, sabiendo que quizás no lo recuperaría. Y Rafe, desde el otro lado del patio, observaba todo con satisfacción, como un cazador que acababa de atrapar a su presa. Giselle había perdido a JJ, y con él, la última parte de sí misma que se sentía libre.

El aire de la noche era pesado, y Giselle supo que las cosas nunca volverían a ser como antes.

Giselle se quedó sola en el patio, con el corazón roto y la mente llena de preguntas sin respuesta. Se apoyó en la baranda, tratando de contener el llanto, pero todo se sentía abrumador. Justo cuando pensó que no podía empeorar, su teléfono vibró en su bolsillo. Era un mensaje de un número desconocido.

Con las manos temblorosas, abrió el mensaje:

*"Sabemos lo que pasa en tu casa. Cuidado con lo que hacés."*

Giselle sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Miró a su alrededor, buscando a alguien que pudiera haberle enviado eso, pero no vio nada sospechoso. Sabía que Rafe tenía algo que ver, pero no entendía hasta qué punto estaba dispuesto a ir. Ahora no solo era su padrastro; había algo más acechándola, algo que no podía controlar.

Antes de que pudiera reaccionar, vio a Rafe acercándose lentamente, con esa sonrisa fría en su rostro.

—Espero que entiendas que esto es solo el comienzo, Giselle —le susurró al oído, con una voz cargada de amenaza.

Giselle sintió que el miedo la paralizaba. Rafe tenía el control y no parecía dispuesto a soltarlo. Ahora, no solo estaba atrapada por sus propios secretos, sino por alguien que no tenía límites. Se dio cuenta de que cualquier paso en falso podría costarle más de lo que estaba dispuesta a perder.

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