23. La llamada.

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La herida de Mei no fue tan grave, y ella prefirió no preocuparse por ello. Su atención estaba completamente centrada en descubrir qué información había encontrado Demian sobre Mónica. Así que, junto a Lorena y Adriana, se dirigió al departamento de Demian.

-¿Así que se supone que eres hacker? -preguntó Mei, observando cómo Demian manipulaba su computadora.

-Así es. Pregúntale a la profesora; tiene acceso a información sobre casi todo todos los universitarios y profesores -respondió Demian, absorto en su tarea-. ¿Quién crees que le ayudó? -añadió con un tono de orgullo.

-No lo creo, de verdad. No me convence.

Demian giró su silla hacia Mei, arqueando una ceja en señal de sorpresa. Sin embargo, en un instante volvió a su posición original, dejándole escapar una sonrisa confiada mientras continuaba trabajando.

-Vas a ver que sí -aseguró Demian, con un destello de seguridad en la mirada.

Demian trabajaba concentrado en su estudio, con Mei observándolo en silencio, intrigada por cada movimiento que hacía. En la sala contigua, Lorena y Adriana estaban sumidas en sus pensamientos, ajenas al murmullo del mundo exterior.

-No entiendo por qué Mónica me odia -murmuró Lorena, su voz entrelazada con confusión-. Nunca le he hecho nada.

-¿Podría ser que te tenga envidia? -preguntó Adriana, su tono inquisitivo invitando a la reflexión.

-No lo creo. Su vida es mucho mejor que la mía... tiene unos padres que la consienten hasta el extremo, incluso evitaron que fuera a prisión. Pobre no es, así que no lo comprendo -respondió Lorena, una sombra de desánimo cruzando su rostro.

-¿Quizás alguna vez les interesó la misma persona? -siguió indagando Adriana, buscando una respuesta que pudiera aclarar la situación.

-Teníamos doce años -contestó Lorena, sentándose en las piernas de Adriana, quien la abrazó con ternura-. Para ser honesta, en ese entonces no me interesaba en absoluto.

Adriana se tomó unos segundos para reflexionar antes de continuar:

-Entonces, está enamorada de ti; no encuentro otra explicación -afirmó Adriana con firmeza-. Pero no te preocupes, no hay nada de que temer.

Lorena la miró con escepticismo y respondió:

-No puedes asegurarlo.

-Oh, pero sí puedo -replicó Adriana, con una sonrisa traviesa-. Y si no puedo ahuyentar tus inquietudes, tengo un plan infalible para distraerte, como sé que te gusta.

-Eres una pervertida -contestó Lorena, esforzándose por ocultar una sonrisa en sus labios.

Adriana levantó ambas cejas, sugiriendo con picardía:

-La idea de que me domines se ha quedado grabada en mi mente.

La sola idea de que Lorena pudiera dominar a Adriana le provocaba un estremecimiento que recorría cada centímetro de su piel. Nunca se había planteado tal posibilidad, ya que Adriana siempre había destacado por su altura y fuerza; su voz y su presencia emanaban un aura de autoridad que decía "te dominaré". Lorena, en cambio, era su opuesto en todo sentido.

-Te siento tensa -comentó Adriana, acercándose para abrazarla por la cintura-. ¿Por qué tan nerviosa? ¿De verdad crees que no podrías dominarme?

-Es que... -respondió Lorena, dejando entrever su nerviosismo-, no estoy segura. Me gusta que me domines. Eres increíble en eso, y eso me hace dudar de mis propias capacidades. Mírame -dijo, fijando su mirada en los ojos de Adriana-, soy prácticamente un encanto, como si estuviera hecha para la sumisión.

Profesora Valencia (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora