11. Diferentes anhelos.

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Después de una larga ausencia, la autoridad de la universidad donde estudiaba Lorena por fin había regresado de su viaje. Su repentina partida había sido motivada por la urgencia de apoyar a su hijo, un apasionado piloto de carreras que había tenido un imprevisto. Ahora, caminaba por los pasillos de la institución, su mirada curiosa recorriendo cada rincón, maravillándose de las transformaciones y novedades que habían florecido durante su ausencia.

-Has realizado un trabajo excepcional, cariño -dijo, acomodándose en el escritorio con una sonrisa llena de orgullo.

-Una madre siempre tiene un toque mágico para mantener todo en orden -respondió ella, iluminando la habitación con su satisfacción.

En ese instante, un joven irrumpe en la oficina, su entusiasmo palpable y una sonrisa encantadora adorna su rostro. Ejecutando un pequeño baile que reflejaba su carisma, entró en la sala donde su padre ocupaba el cargo de rector.

-La he buscado por toda la universidad -exclamó, interrumpiendo su danza-, pero no la encuentro. ¿Dónde está mi hermana, la insoportable Adriana?

-No tengo idea, Demian -respondió Aurora, la madre de Adriana-. Con esa mujer, nunca se sabe qué esperar.

-La llamaré -dijo Demian, sintiendo el fuego de la indignación recorrerlo-. ¿Cómo es posible que su hermano llegue y ella no esté aquí?

Decidido, Demian marcó el número de su hermana, pero quien sostenía el celular de Adriana en ese momento era Mei. Ella se puso visiblemente nerviosa al escuchar el sonido del teléfono.

-¿No piensas contestar? -preguntó José, al notar la inquietud que la envolvía.

-No, no puedo -respondió Mei, con la mirada fija en el teléfono, angustiada-. Tengo un identificador y son... -hizo una breve pausa, buscando las palabras-... asesores de Claro. No quiero un plan de telefonía móvil, así que no contestaré.

Mei sentía cómo los nervios la atenazaban cada vez más. Sabía que la madre de su mejor amiga probablemente ya estaba en su puerta, lista para ver a Lorena allí, y su mente buscaba desesperadamente una salida de esa situación desesperante. En la habitación, Lorena también se debatía en un torbellino de ansiedad al reconocer la voz preocupada de su madre.

-Cariño, ¿cómo estás? -le preguntó su madre, su tono impregnado de inquietud.

Lorena no pudo evitar pensar: "¿A quién habré matado en una vida pasada para merecer esto?" La angustia la envolvía como un manto pesado, aplastando su ánimo.

A su lado, la profesora Adriana se mantenía impasible, como si involuntariamente estuviera en una burbuja ajena a la tormenta que azotaba a su alumna.

-Oiga, maestra -susurró Lorena, la desesperación colándose en su voz-, por favor, haga algo. Necesito encontrar una manera de sacarla de aquí antes de que todo se complique aún más.

-¿Por qué? -preguntó Adriana con una calma inquietante, como si la situación no la afectara en absoluto.

-Mi mamá está afuera en este momento -dijo Lorena, tratando de recordarle la gravedad de la situación-. Y yo estoy... -hizo una pausa para enumerar su lista de problemas-... con la ropa rota y roja como un tomate, mojada, con marcas, el cabello desordenado, y mi habitación es un caos. ¡Es un desastre!

-Aja, ¿y eso qué? -continuó Adriana con una calma exasperante.

-¿Ve este cinturón en mi cuello? -preguntó Lorena, su voz llena de desesperación-. ¿Cómo le explico eso a mi madre? ¿Cómo le explico esto... todo esto? -señaló su ropa rota y su habitación desordenada.

-No tienes nada que explicar si no lo ve en tu cuello -respondió Adriana, manteniendo su tranquilidad ante el problema, como si fuera algo trivial.

-Voy a vestirme -anunció Lorena, su voz temblando de ansiedad-. Usted te quedará aquí, debajo de la cama, hasta que encuentre la manera de sacarla de aquí -agregó, apresurada, mientras se dirigía al armario con pasos nerviosos.

Profesora Valencia (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora