𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑜𝑐𝒉𝑜

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Cuando el microondas se detuvo, el de ojos azulados llevó el plato y unos cubiertos hasta la mesa, el peliverde no pudo evitar sonreír ante el gesto. Jamás podría haber imaginado que por el hecho de tomar una decisión tan espontánea y peligrosa, terminaría con su mayor enemigo sirviéndole un plato de comida, o preocupándose por su bienestar, todo le parecía un mal chiste.

—¿Vas a quedarte ahí mirando?— Indagó el maquillado, el murciélago asintió como respuesta luego de recargarse sobre la mesada —Estás enfermo Bruce— Dijo con una sonrisa antes de tomar los cubiertos y comenzar a comer con las pocas fuerzas que le quedaban.

A cada bocado se sentía más agotado, el sueño lo vencía, sus párpados se hacían pesados. Miraba de reojo a Bruce, que lo observaba con firmeza, quería reírse de su extraña actitud pero no tenía energía.

—Apuesto que no puedes terminar de comer— Comentó Batman.

—Déjame en paz...— Le contestó el payaso en un tono somnoliento.

Al transcurrir un par de minutos la vista del peliverde se nubló, ya ni siquiera podía sujetar los cubiertos con normalidad, había sangrado mucho y seguía débil, por lo que el sueño acabó por ganarle. Apoyó los cubiertos sobre la mesa e inclinó su cabeza hacia adelante casi involuntariamente.

En un rápido reflejo el murciélago sujetó su cabeza con cuidado para que sus cabellos verdes no acabaran llenos de salsa, él tuvo razón, no pudo terminar de comer antes de dormirse. Bruce lo levantó de la silla con cuidado.

Puso el brazo izquierdo alrededor de su espalda y sostuvo sus piernas con el brazo derecho, cargándolo. Sintió un escalofrío al recordar la primera vez que lo sostuvo entre sus brazos, en aquel callejón oscuro, sintiendo que había enloquecido y que sus ojos lo engañaban, nunca imaginó encontrarse con su antiguo enemigo en carne propia nuevamente.

El maquillado dormía, respirando con lentitud, aunque el pelinegro estaba consciente de que podría estar fingiendo para luego apuñalarlo, trataba de mantenerse alerta pero sus pensamientos se alejaban de cualquier lógica o moral. Los años lo habían amargado, el volver a ser Batman fue una decisión que tomó cuando creyó estar listo para borrar las huellas del pasado y todos sus errores, esa huella de un hombre que al morir, lo mató internamente.

No importaba quién había ganado la pelea, si el no salvarlo de nuevo fue su equivocación o lo mejor que pudo hacer, todo había quedado en el pasado. Justo cuando creía estar listo para encarar esa ciudad rota y regresar a las calles, se cruzó con la desgracia de volver a ver a aquel que le había hecho tanto mal.

Y ahora lo volvía a sostener, lo tenía cerca, sentía su aroma, podía mirarlo a los ojos, escuchaba su voz, se encontraba otra vez con esa perversa risa y sus finos labios. Era como una pesadilla de la que no podía despertar.

Bruce caminó por los sombríos pasillos, buscando un lugar en las numerosas habitaciones vacías, no había nadie en la mansión, desde hace años. Al llegar a uno de los cuartos encendió la luz y dejó al hombre en una espaciosa cama, quitándole los zapatos, luego su chaleco y corbata para que durmiera más cómodo, apoyando su cabeza en la almohada antes de cubrirlo con las sábanas.
Buscó entre los cajones las llaves de la habitación, tratando de no hacer ruido, no quería despertarlo.

Se aseguró de que la ventana del cuarto estuviera totalmente cerrada y rompió el cerrojo para que no pudiera abrirse, sabía que si trataba de escapar intentaría usar la ventana si es que no la rompía de nuevo. Entonces se acercó a la puerta dispuesto a marcharse, pero antes de irse no pudo evitar voltear una vez más.

Se juró a sí mismo que no dejaría que sus sentimientos se interpusieran en el camino pero no podía eludir el sentirse cautivado por esa versión tan distinta de su némesis, tan encantadora.
Aún tenía sentimientos por su enemigo, no lo negaría, aunque pasaran los años siempre vagaba por su mente, en pesadillas recurrentes.

❝𝑼𝒏𝒂 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒂 𝒏𝒐𝒄𝒉𝒆❞ [𝓑𝓪𝓽𝓳𝓸𝓴𝓮𝓼]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora