~Prólogo~

71 17 5
                                    

La lluvia caía con fuerza, como si el cielo intentara ahogar los secretos que se arremolinaban en el aire. Clara, inmóvil frente a la ventana de la librería, sintió cómo cada gota retumbaba en su pecho, amplificando el caos que llevaba dentro. Sabía que no estaba sola, lo sentía. La presencia de Adrián llenaba el lugar, una sombra que la seguía desde que lo había conocido.

—Pensabas que podrías esconderte aquí para siempre —su voz llegó desde las sombras, baja, apenas un murmullo, pero cargada de una oscuridad que la hizo estremecer.

Clara no se giró. No podía. **No era solo la tormenta lo que temía esa noche**.

—No entiendo de qué hablas —susurró, aunque ambos sabían que mentía.

Adrián apareció a su lado, tan cerca que podía sentir su respiración rozándole la nuca. Su presencia era abrumadora, sofocante. Siempre lo había sido. Y sin embargo, había algo en él que la atraía, una fuerza que la arrastraba aunque supiera que debería huir.

—No puedes huir de mí, Clara -sus palabras eran suaves, casi tiernas, pero cargadas de algo que rozaba el peligro—.Tampoco puedes huir de ti misma.

Clara tragó saliva, su pulso martillándole en los oídos. El reflejo de sus ojos en el vidrio la observaba, asustado, atrapado. **Sabía que no podía escapar**. No de él, no de lo que había en su pasado, ni de lo que sentía cada vez que Adrián estaba cerca.

—Tú tampoco puedes esconder lo que eres —su voz apenas era un susurro, pero clara, desafiante.

Adrián soltó una risa breve, seca. Dio un paso más cerca, su cuerpo rozando el de ella. Sus dedos, helados como la lluvia, rozaron el dorso de su mano, y Clara se tensó.

—¿De verdad crees que lo que sabes de mí es suficiente para enfrentarlo? —susurró, sus labios tan cerca de su oído que sintió el calor de su aliento —.No tienes idea de en qué te estás metiendo.

Ella cerró los ojos, sintiendo una mezcla de terror y algo más. Algo que no quería admitir. El aire entre ellos estaba cargado, pesado, como si en cualquier momento fuera a estallar. Pero Clara ya estaba rota. ¿Qué más podía perder?

—Tal vez no quiero saber —murmuró, aunque cada fibra de su ser le gritaba que ya no había vuelta atrás, no con él, no con lo que los unía

Adrián la sujetó por la muñeca, firme, pero sin fuerza. Solo lo suficiente para que ella sintiera la electricidad recorrerle la piel.

—No tienes elección, Clara —dijo, su tono más bajo, más íntimo—.Tú y yo... estamos condenados.

Y sin más, giró sobre sus talones y desapareció por la puerta, dejándola sola en la penumbra. Clara se quedó allí, inmóvil, con el corazón latiendo desbocado. Sabía que algo había cambiado. Adrián no era simplemente un hombre más. Era un peligro, uno del que no podía escapar.

Ella abrió los ojos y finalmente lo enfrentó. Sus secretos estaban a punto de devorarlos. Y lo peor de todo es que, en el fondo, ambos lo sabían.

Los secretos, -pensó-, son como veneno. Lentamente te corroen desde adentro.

Guardián de Secretos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora