Clara caminaba por las calles empedradas del pequeño pueblo, el sol de la tarde proyectando sombras alargadas. Sostenía varios libros apilados en sus brazos, mientras sus pensamientos se debatían entre su día en la librería y los recuerdos de Adrián. Su vida había cambiado drásticamente desde que llegó a este lugar, pero una sensación de inquietud seguía persistiendo.
De repente, un hombre que caminaba con prisa chocó contra ella, haciendo que los libros que llevaba cayeran al suelo.
-¡Lo siento! -dijo una voz masculina, inmediatamente agachándose para ayudarla a recogerlos.
Clara reconoció la voz al instante y su corazón dio un vuelvo. Al levantar la vista, se encontró con los ojos de Samuel, aquel hombre que había conocido hacía poco en la librería. Él la miraba con una mezcla de sorpresa y algo más que ella no lograba descifrar.
-Samuel... -murmuró, sorprendida de verlo de nuevo.
-Clara -respondió él con una sonrisa amistosa, pero con un brillo en los ojos que no pasó desapercibido para ella-. Parece que siempre nos encontramos en los momentos más inoportunos.
Clara rió ligeramente, intentando no mostrarse incómoda.
-Sí, parece que tienes una habilidad especial para hacerme tirar los libros -dijo, mientras ambos recogían el último del suelo.
-Debo compensarte por esto. ¿Qué te parece si tomamos un café? Prometo que no lo derramaré -bromeó Samuel, pero había algo en su tono, una mezcla de interés y determinación.
Clara dudó por un segundo. Ya lo había conocido en la librería, y aunque había sido un encuentro casual, algo en él la hacía sentirse un poco recelosa. Sin embargo, no había visto maldad en él, solo una curiosidad que la inquietaba. Decidió aceptar, pensando que no había nada de malo en compartir un café.
-Está bien, un café suena bien -accedió finalmente, guardando los libros en su bolso.
Samuel sonrió con satisfacción y ambos caminaron juntos hacia la pequeña cafetería que se encontraba a unas calles de allí. El ambiente era cálido y acogedor, con el aroma del café recién hecho llenando el aire. Clara se sentó en una mesa junto a la ventana, observando cómo Samuel pedía las bebidas en el mostrador.
Mientras él estaba ocupado, Clara se permitió relajarse por un momento. Sin embargo, una pequeña voz en el fondo de su mente seguía diciéndole que tuviera cuidado. Sabía que no debía confiar tan fácilmente, no después de todo lo que había pasado. Samuel regresó con dos tazas de café, una sonrisa amigable en su rostro.
-Aquí tienes -dijo, colocando la taza frente a ella y sentándose-. ¿Qué tal te ha ido desde la última vez que nos vimos?
Clara tomó un sorbo de su café, intentando mantener la conversación ligera.
-Bien, nada fuera de lo normal. El trabajo en la librería es tranquilo, y el pueblo es bastante pacífico. ¿Y tú? No pensé que te volvería a ver tan pronto.
Samuel se encogió de hombros, como si el reencuentro fuera algo casual.
-He estado ocupándome de algunos asuntos personales. Pero me alegra haberte encontrado. Este pueblo es pequeño, así que supongo que era cuestión de tiempo.
-Cierto, pero tengo la impresión de que eres más que un simple visitante -dijo Clara, inclinándose ligeramente hacia adelante, intrigada.
-Bueno, en realidad, soy editor en una pequeña empresa -respondió Samuel, con un brillo en sus ojos-. Nos especializamos en publicar libros de escritores novatos.
Clara frunció el ceño, sorprendida.
-¿De verdad? Eso suena interesante.
-Sí, y debo admitir que he leído algunos de tus artículos en línea. Me parecen increíbles -dijo, su voz mostrando un sincero aprecio-. Tienes una forma única de narrar las cosas, lo que hace que los lectores se sientan profundamente conectados.
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Guardián de Secretos
RomanceClara pensó que había dejado atrás su pasado lleno de cicatrices. En un intento desesperado por escapar del abuso implacable de su padre y los recuerdos de una madre rota, encuentra refugio en un pequeño pueblo costero, donde las olas parecen ser lo...