Capítulo.3: Encuentros

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Clara regresó al hotel con un ligero respiro de alivio, satisfecha con su progreso del día. Mientras subía las escaleras hacia su habitación, comenzó a pensar en el trabajo que comenzaría al día siguiente. La esperanza de un nuevo comienzo parecía palpable.

Sin embargo, al pasar por el vestíbulo, escuchó una conversación que la detuvo en seco. La puerta del elevador estaba entreabierta, y el tono de la conversación que emanaba del vestíbulo captó su atención de inmediato.

—No podemos permitirnos sorpresas, especialmente con gente nueva en el pueblo —dijo una voz grave y fría, cargada de una amenaza velada—. Nuestro jefe quiere estar informado de todo lo que sucede, cada movimiento. Y la llegada de ella no es una excepción.

El hombre que hablaba estaba vestido con un traje negro perfectamente ajustado. Su presencia imponía respeto y temor, y el sombrero de ala ancha que llevaba acentuaba su aspecto intimidante. Las gafas oscuras que portaba parecían ocultar más que solo sus ojos; transmitían una sensación de misterio y control absoluto.

El recepcionista, visiblemente incómodo, intentó mantener la compostura mientras el hombre continuaba.

—¿Y qué si ella no es nada especial? —preguntó el recepcionista, tratando de sonar neutral, aunque sus manos temblaban ligeramente—. ¿Por qué tanto interés en ella?

El hombre del traje se inclinó hacia el recepcionista, sus palabras cargadas de una amenaza latente.

—No subestimes nada. Cada nuevo rostro es una variable que debemos controlar. Si ella está aquí, debe tener una razón. Y si no es clara, es mejor que sigas de cerca cada uno de sus pasos. No queremos problemas. El jefe no tolerará ninguna distracción o imprevisto. La vigilancia es crucial.

El recepcionista tragó saliva, su expresión reflejaba una mezcla de miedo y sumisión.

—Entendido, señor. Me aseguraré de que todo se reporte. No habrá errores.

El hombre del traje asintió con una fría satisfacción, ajustándose el sombrero y girándose para salir. Antes de irse, lanzó una última mirada severa hacia el recepcionista.

—Recuerda, cualquier desviación, cualquier cosa fuera de lo común, debe ser reportada de inmediato. No queremos sorpresas desagradables.

Con esas palabras, el hombre se dirigió hacia la salida, su presencia aún llenando el vestíbulo con una tensión palpable. Clara, paralizada por la inquietud, se movió rápidamente hacia su habitación, el corazón acelerado por el temor y la incertidumbre.

Una vez en su habitación, se sentó en la cama, el eco de la conversación aún resonando en su mente. Las palabras amenazantes del hombre en el traje negro la habían dejado perturbada. ¿Qué era lo que realmente estaba en juego? ¿Por qué había tanto interés en su llegada? La sensación de que algo oscuro se cernía sobre su nuevo hogar no hacía más que intensificarse.

Mientras se preparaba para la noche, Clara trató de concentrarse en lo positivo: el trabajo que había conseguido y el nuevo comienzo que tenía pordelante. Sin embargo, la conversación que había escuchado seguía ocupando sus pensamientos, generando una creciente sensación de inquietud.

La habitación del hotel, aunque acogedora, parecía repentinamente más pequeña y opresiva. Clara se movió por el cuarto con pasos nerviosos, tratando de organizar sus cosas y distraer su mente de las palabras amenazantes que había escuchado. Colocó la foto de su madre sobre la mesa de noche y se sentó frente a la ventana, observando el atardecer que bañaba el pueblo en una luz dorada.

Las sombras que se alargaban al caer la noche parecían hacer eco de sus temores. Los últimos rayos del sol se desvanecían lentamente, y la tranquilidad del pueblo se sentía como una fachada que escondía algo oscuro y desconocido.

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