Capítulo.8: Noche turbulenta.

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Adrián necesitaba despejar su mente. Las últimas semanas habían sido una mezcla de confusión y presión, y el estrés lo consumía. Su mundo parecía más inestable que nunca. Decidió ir a una fiesta en uno de los bares más populares del pueblo, un lugar lleno de luces brillantes y música vibrante. Tal vez la atmósfera festiva sería lo que necesitaba para olvidar sus problemas, aunque solo fuera por un par de horas.

Al llegar, el bar estaba abarrotado. Risas, música ensordecedora y el tintineo de copas llenaban el aire. Sin embargo, ni las luces ni la multitud lograban apaciguar el nudo en su pecho. Adrián avanzó entre la gente, tratando de aparentar tranquilidad, pero su mente estaba lejos. Todo lo que podía pensar era en Clara.

Cuando llegó a la barra, una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.

—¡Adrián! —La voz dulce y coqueta lo hizo girar. Valeria, una de sus ex parejas, se acercaba con una sonrisa maliciosa—. Qué sorpresa verte por aquí. Pensé que habías desaparecido.

Adrián apretó la mandíbula. Valeria era lo último que necesitaba esa noche. Forzó una sonrisa.

—Hola, Valeria. Solo vine a distraerme un rato.

—¿Distraerte? —Valeria rió suavemente mientras lo miraba con ojos brillantes—. Si es así, deberíamos tomar algo juntos. Podría ayudarte a olvidar... lo que sea que tengas en la cabeza.

Adrián sintió su estómago revolverse. Antes, habría aceptado. Pero desde que Clara había entrado en su vida, algo había cambiado. Valeria ya no era una opción, ni siquiera como distracción.

—No, gracias. Estoy bien. —Su tono fue frío, tan frío que hasta Valeria frunció el ceño.

—¿Qué te pasa? No eres el mismo que antes. —Valeria cruzó los brazos, su tono pasó de coqueto a desafiante—. ¿Ya tienes una suplente? He escuchado rumores.

Adrián entrecerró los ojos, el nombre de Clara vibraba en su mente, pero mantuvo la calma.

—No tienes idea de lo que hablas, Valeria. —Su voz fue cortante.

Valeria bufó, claramente molesta por su actitud, pero antes de que pudiera decir algo más, un estruendo llenó el aire. El sonido de vidrios rotos y gritos interrumpió la música. Adrián giró bruscamente hacia la entrada del bar. Un grupo de hombres enmascarados irrumpió con armas, y el pánico estalló.

—¡Todos al suelo! —gritó uno de los hombres, disparando al techo.

La música se detuvo de golpe, y la multitud se convirtió en una marea de caos. Gritos, empujones, cuerpos corriendo en todas direcciones. Adrián sintió la adrenalina recorrer su cuerpo. No era la primera vez que enfrentaba una situación así, pero esta vez no era su pelea, no directamente.

Valeria gritó, aferrándose a su brazo, pero él la apartó suavemente.

—¡Vete de aquí, Valeria! —le ordenó, señalando una salida lateral.

—¡Adrián, no! —Valeria temblaba, pero él ya no le prestaba atención. Su mirada estaba fija en los hombres armados que avanzaban entre la multitud.

En medio del caos, Adrián comenzó a moverse, manteniéndose en las sombras, esquivando a la multitud. Su mente trabajaba rápidamente, buscando una forma de tomar control de la situación. De repente, escuchó disparos, y el pánico en el bar creció. Sabía que debía actuar.

Se acercó a un hombre herido que se arrastraba por el suelo.

—Tranquilo, te sacaré de aquí —murmuró, agarrándolo del brazo y ayudándolo a ponerse de pie. Pero en su mente, solo una cosa seguía golpeando: Clara. Si ella hubiera estado aquí…

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