Capítulo.11: Me perteneces

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En la tranquilidad de la librería, Clara estaba organizando los estantes, inmersa en el aroma de los libros viejos y el suave sonido del papel al rozarse. El día transcurría de forma calmada, como solían ser sus días desde que llegó al pueblo. Pero esa tranquilidad se rompió cuando la puerta de la librería se abrió, y la campanilla resonó en el aire.

Clara levantó la vista y vio a Samuel entrar, con una sonrisa en los labios y un ramo de flores en las manos. Se acercó a ella con una familiaridad que le incomodaba, pero Clara intentó disimularlo.

—Pensé que esto te alegraría el día —dijo Samuel, entregándole las flores.

Clara, un poco sorprendida, aceptó el ramo con una sonrisa cortés, aunque en el fondo algo le hacía desconfiar de sus intenciones.

—Gracias, Samuel. No tenías que hacerlo —respondió, tratando de sonar casual.

Él se apoyó en el mostrador, observándola con atención, su mirada parecía buscar algo más profundo en sus palabras, como si intentara leerla entre líneas.

—No puedo evitar querer hacerte sonreír, Clara.

La librería estaba envuelta en un silencio tenso cuando Adrián apareció en la puerta. La campanilla sonó, rompiendo la calma, y la atmósfera cambió instantáneamente. Clara sintió un nudo en el estómago al ver la figura imponente de Adrián entrar, su presencia era casi palpable.

Samuel,  levantó la vista y su expresión se endureció al ver a Adrián. No tardó en poner en pie, su actitud desafiante contrastaba con la creciente incomodidad de Clara.

Adrián se acercó a Samuel con pasos decididos, su furia evidente. La tensión en el aire era palpable, y Clara observaba, paralizada por el miedo.

—¿Qué haces aquí, Samuel? —preguntó Adrián, sus palabras cargadas de una amenaza implícita.

Samuel, tratando de mantener la compostura, respondió con frialdad.

—Solo estaba hablando con Clara. Ella necesita saber la verdad.

Adrián se acercó más, sus ojos ardiendo con una furia contenida.

—La advertencia no fue suficiente —dijo Adrián, su tono helado.

—No puedo quedarme callado mientras tú manipulas a todos a tu alrededor —replicó Samuel, desafiándolo.

La situación se tornó explosiva cuando Adrián, sin previo aviso, lanzó un puñetazo directo a la cara de Samuel. El golpe resonó en la librería, y Samuel cayó al suelo, atónito y dolorido. Clara, temblando, se quedó en una esquina, su mente abrumada por recuerdos dolorosos que el golpe evocaba. La brutalidad del ataque le recordaba los momentos aterradores de su vida con su padre.

Samuel en el suelo y Adrián dándole puñetazos, la sangre corría por su cara y los nudillos de Adrián llenos de moretones.

Miss Thompson, intervino rápidamente. Se interpuso entre Adrián y Samuel, tratando de calmar la situación.

—¡Basta, por favor! —exclamó Miss Thompson, tratando de detener la violencia—. ¡No hagas esto aquí!

Adrián, respirando con dificultad, lanzó una última mirada a Samuel.

—¡Eso, que todos sepan quien eres realmente! —Samuel con una risa a medias le gritó.

Con un gesto despectivo, le dio la espalda y se dirigió hacia Clara, quien se encontraba temblando y con los ojos vidriosos.

—Eres un monstruo —murmuró Clara, sus palabras cargadas de desesperación y miedo. Su cuerpo estaba paralizado, pero sus emociones estaban a flor de piel.

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