La tarde estaba cayendo cuando Carla, en su paseo de regreso a casa, se encontró con los dos abusones de su clase, **Andrés** y **Pablo**, justo donde no esperaba verlos. El estómago se le hizo un nudo tan pronto como sus ojos se cruzaron con los de ellos. Una sonrisa maliciosa apareció en sus rostros, y Carla, sintiendo un miedo que nunca había experimentado antes, trató de no mostrarlo.
-Mira quién tenemos aquí -dijo Andrés, acercándose con una sonrisa burlona que a Carla le revolvió el estómago-. La princesita del cole.
Pablo se rió entre dientes, acompañando a su amigo mientras bloqueaban el camino de Carla.
-¿Dónde vas tan rápido, guapa? -agregó Pablo con burla en la voz.
Carla sintió sus piernas temblar, pero intentó mantener la calma.
-Déjenme en paz -respondió, con la voz más firme que pudo, aunque sabía que sonaba débil.
Andrés se acercó más, invadiendo su espacio personal.
-Oh, vamos, no te pongas así. Solo queremos charlar... tal vez conocer un poco más a la chica nueva. Ya sabes, saber si todo lo que dicen de ti es verdad -dijo con una sonrisa llena de malicia.
Carla retrocedió, notando cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. Aunque trataba de mantenerse firme, el tono de Andrés y Pablo no era nada amistoso. Sentía sus manos temblar, pero sabía que no podía mostrar debilidad ante ellos.
-En serio, ¿qué tan difícil puede ser que sonrías un poco? -dijo Pablo, caminando a su alrededor-. Al menos podrías ser amable, ¿no? Siempre con esa cara de "no me hables".
Andrés soltó una risa sarcástica.
-Sí, tal vez debería aprender a relajarse. Tal vez necesite un poco de ayuda con eso.
Carla trató de dar un paso hacia atrás, pero Pablo le bloqueó el camino, y Andrés se acercó aún más. El miedo se apoderó de ella mientras las burlas seguían, pero lo que más la perturbaba era la invasión de su espacio personal.
-En serio, ¿por qué te haces la difícil? -dijo Pablo, inclinándose un poco hacia ella, mientras Andrés daba un paso más cerca-. Sólo estamos jugando.
Carla sintió cómo el pánico crecía dentro de ella. Todo se volvía abrumador, pero justo cuando pensaba que no había escapatoria, un grito fuerte resonó en el callejón.
-¡Déjenla en paz!
De repente, una figura alta y musculosa apareció en la entrada del callejón. Era **Sofía**, pero ahora con su cuerpo masculino, más grande e intimidante que antes. Su mirada era pura furia, y su sola presencia bastó para que Andrés y Pablo soltaran cualquier intención de seguir molestando a Carla.
-¿Qué... qué demonios? -balbuceó Andrés, asustado.
-Largo de aquí, antes de que les haga algo de lo que me arrepienta -gruñó Sofía, dando un paso hacia ellos.
Ambos chicos, sin dudarlo, retrocedieron y salieron corriendo del callejón, claramente intimidados por la nueva y poderosa apariencia de Sofía. Carla, temblando, se dejó caer al suelo, sintiendo cómo todo el miedo y la tensión la invadían de golpe. Las lágrimas empezaron a correr por su rostro.
Sofía se acercó de inmediato, arrodillándose a su lado.
-Tranquila, ya pasó... ya pasó, Carla. Estoy aquí -le dijo con suavidad, abrazándola para calmarla.
Carla sollozaba en los brazos de su hermana, incapaz de contener la oleada de emociones que sentía. El miedo, la confusión, la humillación... todo se mezclaba en un torbellino de angustia.