Bestias

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Los olores de las bestias de cuatro patas se mezclaban en el aire, viajando con la brisa nocturna.

Para Canek, la gran serpiente negra, esos aromas agrios y pestilentes eran un fastidio.

Oculto entre el follaje de un frondoso árbol, Canek observaba a los intrusos que osaban pisar su territorio. Con sus colmillos de fuera completamente afilados, estaban listos para hundirse en el cuello de cualquiera que se atreviera a amenazar lo que era suyo. 

A medida que los hombres bestia avanzaban, olfateando el aire y el suelo en busca del olor de su Femin, Canek ensanchaba más sus fosas nasales con descontento.

Los zorros de pelaje rojo lideraban la marcha, sus pasos se mantenían ágiles y sigilosos mientras inspeccionaban cada sombra. Detrás de ellos, los lobos mantenían una formación cerrada, manteniendo sus músculos tensos y listos para el combate.

Zamir, el líder de los zorros, caminaba al frente con una postura desafiante, sus orejas en alto y sus ojos clavados en la dirección donde se concentraba el olor acido de una serpiente. Sus pensamientos eran un torbellino: debía recuperar a su femin, pero sabía que enfrentarse a la serpiente podría costarle la vida.

Canek era uno de los machos más temidos y respetados entre los hombres bestia, conocido por su colosal fuerza y astucia, pero también por su frialdad y capacidad de matar a sus semejantes sin un apice de compasión.

A su lado se encontraba Lassy, uno de los machos más jóvenes, quien mantenía una expresión de preocupación. Aunque no decía nada, estaba claro que temía las consecuencias de enfrentarse a la serpiente. 

—¿Mi líder, está seguro de ésto? —susurró, lanzando una mirada inquieta al líder. 

Zamir no respondio.

Por otro lado, los lobos eran un contraste en comparación a los zorros. Liderados por Rurik, un macho imponente de pelaje gris oscuro, él se movía con una determinación feroz. Rurik no tenía paciencia para las negociaciones; para él, las acciones hablaban más que las palabras. Y estaba dispuesto a todo.

—No quedará piedra sobre el territorio de los machos perversos —gruñó Rurik, hablo con voz baja y cargada de ira, mientras olfateaba el suelo en busca del femin perteneciente a su tribu.




Con un movimiento fluido y silencioso,Canek descendió del árbol. Su cuerpo escamoso se movía con una gracia peligrosa, su cola larga dejaba una notoria marca en la tierra a medida que se arrastraba. 

Los intrusos quedaron inmóviles, impresionados por el tamaño y la majestuosidad de la serpiente. Sabían que las bestias serpiente eran solitarias, feroces y peligrosas, capaces de devorar a varios hombres bestia en un solo ataque. Entrar en su territorio sin invitación era, en esencia, un suicidio.

Sus ojos dorados atravesaron  a los intrusos como dagas, evaluándolos con una mezcla de desprecio sanguinario, como si estuviese calculando a cuentos podría devorar al mismo tiempo.

Zamir, fue el primero en hablar, rompiendo el inquietante ambiente.

—Canek —dijo, con una voz firme aunque contenía un rastro de cautela—. Hemos venido a recuperar a uno de nuestros femins. Sabemos que lo tienes contigo.

Canek dejó escapar un siseo bajo, un sonido que hizo que incluso los más valientes entre ellos retrocedieran ligeramente

—¿De verdad creen que pueden entrar en mi territorio y tratar de arrebatarme lo que me pertenece? —preguntó Canek, con una voz fría que cortaba como un piedra afilada. Sus ojos brillaban y llenos de ira, escaneaban a los intrusos con desprecio.

—Sabemos las consecuencias de invadir territorios ajenos, Gran serpiente —dijo Zamir, finalmente, con un tono gutural—. Pero no tuvimos otra opción. Has tomado a uno de nuestros femins contra su voluntad. Hemos venido a recuperarlo cueste lo que cueste. Sabes bien que nuestra manera de vivir no consiente este tipo de actos. 

Las palabras del zorro provocaron un siseo gutural en Canek, como si le pareciese gracioso.

—¿Contra su voluntad? ¿Creen que soy un miserable como para tomar por la fuerza a un femin que no desea estar conmigo? —El tono burlón de Canek resonaba con un toque de locura mientras se acercaba a los intrusos de manera amenazante, mientras la punta de su cola golpeaba el suelo en un gesto que desbordaba locura. 

Los zorros y lobos retrocedieron ligeramente, sintiendo el peligro inminente, pero no rompieron su formación.
—Nuestro femin no es un objeto que puedas poseer —replicó Zamir, intentando mantener la calma. 

—¡No te atrevas a hablar de lo que no entiendes! —espetó Canek, interrumpiendo—. Tam está conmigo porque así lo ha elegido. Si realmente vieras lo que le conviene, no estarías aquí con esta patética muestra de fuerza. 

El líder de los lobos, Rurik, dio un paso al frente, su pelaje estaba erizado mientras gruñía. 

—¡Basta de palabras! Si lo has tomado en contra de su voluntad, esto termina aquí. 

Canek lo miró fijamente, sus ojos tomaron un brillo candente con una ira contenida. 

—Oh, ¿vas a enfrentarte a mí, lobo? —preguntó, con una sonrisa que dejaba al descubierto sus colmillos—. Si das un solo paso más, no tendrás la oportunidad de lamentarlo. 

—Arrancaré cada una de sus extremidades, y los devoraré lentamente uno por uno si se atreven a tocarle sin mi permiso…SSS —continuó Canek, con un siseo peligroso.

El miedo cruzó fugazmente los rostros de los hombres bestia, pero ninguno se atrevió a huir. La amenaza de Canek era tan real como el aire que recorria sus pulmones, pero la misión que los traía allí les daba el valor para mantenerse firmes. Dejar a sus miembros femeninos en manos de machos corruptos y perversos equivalía a perder el honor y el respeto.

Mientras la furia lo consumía, casi al punto de abalanzarse sobre el cuerpo peludo del zorro mayor, pero repentinamente recordó a Tam. La imagen de su pequeño femin, con su actitud desafiante y esos ojos que parecían observar lo profundo de su alma cada vez que compartían pequeños vistazos. Canek calmó ligeramente su instinto asesino. Sabía que Tam lo odiaría si derramaba la sangre de la tribu que lo acogió.

El amor que sentía por Tam era algo que jamás en su larga vida había experimentado. Era tan profundo que podía superar incluso a su instinto, su naturaleza territorial y su sed de venganza. 

—Bien, estoy dispuesto a demostrar que él está conmigo por elección propia  —declaró resignado. Dejando de lado su postura sanguinaria.

Sus palabras causaron un impacto en los intrusos.

Zamir frunció el ceño, al tiempo que observando a la serpiente con atención. La sinceridad en sus palabras no podía ser ignorada, pero la cautela seguía presente. 

—¿Y cómo sabemos que no lo has manipulado? —preguntó Rurik, con desconfianza. 

Canek se inclinó hacia adelante formando una curva amenazante. 

—No tienen más opción que confiar en mi palabra —dijo, con una sonrisa peligrosa y un cinismo increíble—. O puedes enfrentarte a mí y descubrir por qué nadie osa desafiar me.

Finalmente, zamir asintió en señal de acuerdo, pero Aún persistía un toque de sospecha en su rostro.
—Muy bien, aceptamos tu propuesta. Te estaremos esperando al pie de la montaña al amanecer.

Actualizado el 22/12/2024.

A pesar de estar editando con esmero estos capítulos, estoy segura que aún contienen errores.😔



Entre accidentalmente al nido de la serpiente malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora