DESCUBRIENDO EL AMOR (EL REY DE PRUSIA Y LADY EXCELSA) || INADECUADOS II

II| POSESIÓN

Hola mis amores!!

Regreso con un nuevo capitulo lleno de tensión, deseo, y mucho mas.

Apenas estamos iniciando, pero desde ya esto va a estar de ataque.

Pero no quiero seguir retrasando la lectura del cap.

Cuéntenme que les parece.

 Les ama.

Jen <3

ADVERTENCIA: CONTENIDO +18

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FEDERICO

Podia estarse pasando con la actuación de esposo devoto, y dado a los placeres de su esposa, teniendo en cuenta que era un egoísta de lo peor, pero hasta alguien como el conocía el límite, y no era tan salvaje para tomarle de una manera que pudiese causarle un trauma de por vida, aunque por lo visto a su muñequita de porcelana, no es que se le destruyese tan fácilmente.

Y, Sin embargo, ahí se hallaba.

Apartando su lado egoísta y primitivo para darle su espacio y poder tomarle sin ningun tipo de remordimiento.

Aunque era dificil como la mierda, cuando lo único que pensaba era en tirarle a la cama y abrirla de piernas y con una sola arremetida empalarla mientras se inclinaba a chuparle las tetas de manera frenética.

Su miembro dolía por recrear sus fantasías.

Por llenarle de forma contundente hasta que gritase su nombre, pero se estaba absteniendo para que por voluntad propia buscara sus brazos, sus caricias, su pene, y su lecho.

Porque la verdad, es que tan soberbio a la par de posesivo con lo que le pertenecía como era solo quería reinar en los pensamientos de su esposa.

Quería ser el comienzo y final de su placer.

Que con el solo encontrase alivio, que, sin problemas le entregaría la misma pasión carnal de regreso sin promesas de algo más.

Aparte de hacer un heredero, para propagar su estirpe, y los que viniesen convirtiéndole en un ser intocable para Prusia, porque ese era uno de los seguros de vida para que el pueblo, el consejo, Francia y la misma Alemania, no se la comiese viva.

Se deleitó por milésima vez admirando las curvas de su cuerpo.

Perdido en sus pechos grandes y pesados tan blancos como la leche con la aureola grande y el pezón rosado, destacando y haciéndole agua la boca.

Ni hablar de su monte de venus, que estaba depilado en su totalidad, siendo igual de inmaculado que todo su cuerpo, relamiéndose los labios, desesperado por deleitarse con semejante manjar de dioses.

Era una maldita diosa, haciéndose pasar por una mortal, que él se encargaría de enaltecer.

...

Al apreciar que sus manos estaban estáticas en el lugar donde se encargó de colocarlas, no le vio inconveniente ayudarle a familiarizarse con el entorno.

Con los deseos que seguían reprimidos, y no aspiraba a desatarlos en el primer encuentro, pero si a que la curiosidad le ganase y quisiese continuar experimentando, porque él no veía el sexo como un mero acto de procreación, si no de placer.