Eran aproximadamente las dieciocho horas cuando Melisa regresó a su casa; vacía. No había visto ni sabido nada de Adrien desde esa mañana. Y ella estaba segura de que no había ido directamente con Rouse, dado que la hora acordada era por la tarde. Cada vez sentía más inquietud por querer saber dónde se metía y por qué se negaba tanto a decírselo.
Se encontraba sentada en la mesa de su sala de estar, con música instrumental sonando de fondo. Resaltaba las lecturas de su libro y ordenaba sus apuntes, pero su mente divagaba. Se llevaba el boli a la boca, distrayéndose de lo que leía.
Últimamente, le costaba concentrarse en lo que antes le atraía la atención fácilmente. Probablemente se debía a la sensación constante de que su vida terrenal acabaría cuando Adrien así lo decidiera, y eso hacía que todo, incluso continuar con sus estudios universiarios, pareciera irrelevante. Sin embargo, recordó que había decidido pretender que su vida seguía una línea temporal normal; y le estaba costando.
— ¿Sigues estudiando? —escuchó la voz familiar y vio a Adrien aparecer de la nada frente a ella.
Se sobresaltó un poco— ¿Al menos podrías avisar antes de aparecerte así?
— Primero el color de mis ojos, ¿y ahora quieres que te envíe un mensaje de texto antes de llegar?, ¿o prefieres una paloma mensajera que te lo anuncie?
Mel levantó la vista— Podrías ponerte un cascabel
Esperaba molestarlo, pero en lugar de eso, él soltó una risa. Se sentó frente a ella en la mesa— ¿Un cascabel? ¿Que soy, tu mascota?
Melisa lo consideró, recordando lo que había pensado de él sobre vigilarla como si fuera su escolta personal.
— Pues, viéndolo de esa forma —colocó el bolígrafo entre su libro para guardar la página. Lo cerró—. Considerando que me sigues a todas partes, no recuerdo haber adoptado ningún perrito guardían.
— Tsk —chistó con sarcasmo—. Y yo que pensaba que te estaba empezando a gustar mi compañía.
— ¿Cómo te fue con Rouse? ¿Después de todo te torturó con sus preguntas y sus libros?
Y en efecto, Adrien había tardado más de lo planeado explicándole a Rouse cómo funcionaba la mente humana. Sabía que ella lo había escuchado, pero no estaba muy seguro de que le prestara tanta atención a su explicación como a su presencia en sí.
Pero a él se le daba bastante bien comprender una lógica tan simple como el mecanismo de la mente mortal, así que consideró que su lección había estado bastante clara.
— No, de hecho pasamos un rato bastante interesante
— ¿Por qué lo dices? —preguntó intrigada.
— Digamos que tuvimos una pequeña conversación un poco filosófica
— ¿Filosófica? —se rió ligeramente— ¿De qué hablaron?
— De Dios...
Interrumpió su risa— ¿Qué? —cuestionó con una levantamiento de ceja.
Por lo que sabía, Rouse era atea. O al menos eso creía Melisa. Que hablara de Dios justamente con Adrien le causaba una extraña sensación de recelo.
A ella se le había ocurrido primero. Cuando había conocido a Adrien, el aspecto divino fue una de las cuestiones que más deseaba resolver, pero no pensó que sería lo adecuado. No creyó que un demonio se sentiría cómodo hablando ello, sobre todo cuando dicho demonio se quejaba todo el tiempo de sus expresiones laicas.
Pensar que otra persona había tenido el atrevimiento de hacerlo, y peor aún, que él hubiera estado dispuesto a responder con gusto, le resultaba, por alguna razón, molesto.
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Almas Carmesí
RomanceEl sufrimiento ha sido parte de su vida, y ha creado inmunidad para ello. Por eso, cuando el hijo de Lucifer, un seductor demonio, se le aparece y elige su alma para arrastrarla a la condena eterna, a ella no parece importarle. Ambos están atrapados...