42 | Reposición

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Adrien y Rouse estacionaron el auto frente a una casa en ruinas. La fachada estaba casi casi echa pedazos. una parte del tejado estaba apunto de colapsar, dejando a la vidta vigas desgastadas. Las ventanas, alguna vez transparentes, ahora eran opacas y las plantas se aferraban a las psredes, trepando como dedos retorcidos. Había elegido un lugar perfecto para estar fuera de su radar.

Ingresaron en silencio, con Adrien atento a cada rincón. Sin embargo, no había señales de movimiento, ni un indicio de vida, se le ocurrió que tal vez Rouse se había confundido, pero eso significaría que había perdido todo ese tiempo, y se negaba a aceptar esa posibilidad. La chica avanzó con menos precaución, recorriendo las habitaciones. Muchas puertas habían desaparecido, y el eco de sus pisadas resonaban lúgubres en el vacío de los cuartos. La última habitación abría pase al final de la casa, donde comenzaba un descuidado e inmenso jardín, lleno de espinales y árboles silvestres.

Apenas puso el pie fuera de la madera, sintió que le arrebataban el aire de la garganta. Dante emergió de las sombras, con su mano cerrándose alrededor de su cuello en un segundo, sometiéndole contra la pared.

— Qué buscan aquí —gruñó con aspereza.

Adrien frunció el ceño. La confusión se le notaba en el rostro; el collar en el cuello de Rouse estaba ausente. No tenía protección.

— Suéltala —dijo, acercándose a él con cautela.

Dante hizo un movimiento para advertir que se alejara— ¿Qué es lo que quieres? ¿Acaso quieres que le tompe el cuello aquí mismo? —aumentó la presióm hasta hacerla jadear de dolor.

— No seas absurdo, ella no tiene nada que ver en esto.

— ¿Ah, no? Entonces, ¿qué mierda hace aquí?

— Suéltala y dime dónde tienes a Melisa.

Dante esbozó una sonrisa sin humor— No tengo idea de dónde se puso haber metido tu juguete.

Adrien endureció su expresión. Rouse ni siquiera podía gesticular—. No sess estúpido, no juegues conmigo. Te lo digo por última vez.

— Me repugna tu actitud de superioridad —elevó el tono de su voz—. Me repugna que pienses que puedes amenazarme de esa forma.

— ¿No vas a decirme?

— Ya te dije que no sé dónde carajos se pudo haber ido —golpeó el cuerpo de la chica contra el muro, por la rabia—. Si se te escapó, no es mi puto problema.

Adrien apretó los puños, con una mirada oscura. Podía sentir cómo la sangre hervida le invadía el cuerpo.

— No voy a volver a preguntarte.

Sacó el otro frasco que tenía en su bolsillo y le arrojó el contenido a Dante en el rostro. Este reaccionó por instinto, trando de atraparlo al vuelo, pero lo soltó de inmediato con un quejido de dolor al contacto con el draxil. En el acto, liberó a Rouse para sostener su propio brazo.

Adrien aprovechó el momento para ir contra él y estrangularlo con una fuerza descomunal. Apretó con tanta intensidad que de haber sido un humano, habría muerto al instante, pero solo consiguió noquearlo.

Rouse sostenía su cuello, recuperándo el oxígeno.

— ¿Estás bien? —preguntó él, ella asintió—. Te dije que te pusieras el collar.

— Lo siento —sacó el frasco de su bolsillo y se lo puso.

Luego de devolver el collar que Adrien había lanzado, al otro frasco, se concentró en tratar de buscar a Melisa en ese lugar. Con toda la oscuridad y los nervios que la invadían, se le imposibilitaba.

Almas CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora