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El día transcurrió de manera rápida y llena de risas para ambos herederos, quienes antes de la hora de la cena compartieron un agradable paseo por los numerosos jardines que disponía el castillo; la pareja reía de las opiniones de las novelas que cada uno leyó y que les parecieron ridículas y una pérdida de tiempo leerlas.
Jungwon estaba tan a gusto con la princesa que con el pasar de los minutos se le hacía difícil asimilar lo que se avecinaba al día siguiente. Aún así, decidió seguir la frase del título del libro que estaba leyendo en la mañana para no arrepentirse luego.
Cuando el atardecer comenzó a anunciarse, tanto el príncipe como la pelinegra se despidieron para prepararse para la cena en la que ambos reyes y la reina Lee participarían.
Hyeyoon contaba animadamente a Yuna el agradable y divertido paseo mientras la vestían y la arreglaban para la noche, su sonrisa de oreja a oreja, el color rosa que había teñido sus mejillas y los ojos brillosos de la chica le llegó a conmover a su sirvienta.
¿Quién diría que ella si fue capaz de volver a sentir que estaba encima de una nube?
A la princesa la vistieron con un hermoso vestido rosa pálido que le llegaba un poco más arriba de sus talones, haciendo lucir unos tacones bajos de color blanco. La prenda tenía las mangas caídas sobre los hombros y sus manos estaban cubiertas por unos guantes blancos de tul hasta sus muñecas.
De su cuello colgaba una delgada cadena de oro y piedras diminutas rosadas que venían con un par de aros circulares a juego.
Su maquillaje fue de tonos neutros y súper sutil, acompañado de su cabello suelto y una media colita que cargaba un moño del mismo color que su prenda.
Hyeyoon se miró al espejo y sonrió al sentir que aquel aspecto cautivaría de nuevo al castaño; ya estaba lista para salir de su habitación y formar su propia pasarela hasta que llegue al comedor real.
- Su majestad - llamó Yuna - Me informan las empleadas que su madre está organizando una fiesta con código de vestimenta de color únicamente blanco -
- Es una agradable idea - halagó la chica sin haberle prestado demasiada atención - ¿Cuando es mi prueba de vestido? -
- En dos días - respondió.
La princesa asintió y el reloj marcó las ocho de la noche, salió de su cuarto con sus manos unidas y posadas en su regazo; caminó con tranquilidad, aunque sus extremidades temblaban de los nervios.
Al llegar al comedor, los guardias abrieron la puerta y todos los participantes de la cena ya se encontraban presentes en el lugar, de pie y esperando a que ella llegase. El castaño sintió su garganta seca apenas la vió, lucía espléndida con aquel color de su vestido.
Luego de que el rey Lee haya tomado asiento, todos hicieron lo mismo y los sirvientes comenzaron a servir de forma inmediata las comidas en los platos de cada uno.
