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¿Acaba de ofrecerme llevarme a casa? ¿Después de esa conversación?

Me quedé paralizada. No me moví ni un centímetro, y cuando él se dio cuenta, puso los ojos en blanco y se apoyó con el codo en el asiento, bajando la ventanilla con un aire de impaciencia.

—¿Durante este último año te has quedado sorda...? —enarca una ceja, su mirada fija en mí—. ¿O simplemente quieres que me vaya sin ti?

Tragué saliva, el nudo en mi garganta se hacía más pesado con cada segundo. Finalmente, subí al auto, aunque se sintió extrañamente incómodo estar los dos sentados allí. Ni bien cerré la puerta, él dio un acelerón sin esperar a que me pusiera el cinturón.

Y cuando digo que Jungkook maneja rápido... lo digo en serio.

Me puse el cinturón de seguridad apresuradamente mientras él bajaba la ventanilla con una mano y sostenía el cigarrillo con la otra. Me aferré al asiento cuando se saltó un semáforo en rojo, dándome cuenta de que lo estaba haciendo a propósito.

El muy...

—¿Puedes...? —intenté sonar calmada—. ¿Puedes frenar un poco?

—Puedo, sí —respondió sin más, pero no lo hizo.

Lo miré con mala cara, frustrada.

—Jeon, en serio no...

—Jungkook —me corrigió, sin apartar la vista del camino.

Suspiré.

—Pues, Jungkook, frena un poco.

—Es mi auto. No te hubieses montado.

—¿Sabes lo que son las leyes de tráfico?

Esbozó una sonrisa aún más amplia, pero no frenó.

—Vale, no frenes si no quieres, pero al menos... ¿puedes cerrar la ventanilla?

—Estoy fumando.

—No deberías fumar mientras conduces.

—Y tú no deberías asumir que te haré caso en todo lo que digas.

—Je... —me detuve cuando me lanzó una mirada fugaz—. Sí, vale, Jungkook, es ilegal y peligroso y...

—Dios mío, ¿Qué eres? ¿Mi madre?

Mi corazón dio un brinco cuando volvió a acelerar, ignorando completamente lo que le decía.

—Vale, se acabó. 

Ya no podía más con su actitud. Me daba igual si estaba disfrutando de mi incomodidad, si no íbamos a tener un accidente porque tenía los malditos reflejos de Spiderman. Solo quería bajarme de su auto.

Por un momento, vi cómo fruncía el ceño.

—Jungkook, para el auto, lo digo en serio.

—Ya estamos llegando.

—Me da igual.

—¿Te has mareado? 

—Jeon, no... 

—¡Es...!

—¡Me da igual si es Jeon o Jungkook! ¡Para el maldito auto! —grité.

Jungkook apretó la mandíbula, ignorando por completo mi demanda de parar. Ni siquiera me miró, pero noté que estábamos llegando a nuestra calle. 

No me importaba. 

Mi corazón se aceleró cuando, sin molestarse en frenar, se metió al estacionamiento. Los neumáticos chirriaron con fuerza mientras estacionaba en una sola maniobra. Mi corazón latía desbocado, y no pude evitar poner una mueca de terror.

Después de....Una relación abierta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora