1. Renacer

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* Mayo 19, 1536. 9:05 a.m *

Era una mañana fresca en la ciudad. Pese a ser primavera, había una ligera neblina que recubría las bajas calles de la ciudad y los prados campestres. La joven Reina dio un discurso antes de ponerse de rodillas, pidió perdón a su pueblo y pidió que velasen por su Rey, pese a todo el daño que él le había ausado últimamente y todo por lo que la culpaba sin prueba justa.

Luego de ello, toda la multitud estaba de rodillas a modo de respeto, orando junto a su Reina sentenciada a muerte allí, en le patio de la Torre.; La joven reina miraba de reojo sus alrededores a la par que encomendaba su alma a Jesus. A Dios.

No comprendía que era lo que sucedía, por qué el encargado de su muerte no cumplía co su deber. Aún así, la Reina Consorte se mantenía de rodillas, viendo a su pueblo presente sin dejar de decir su oración en ningún momento. Ellos habían concurrido a despedirla y su partida estaba siendo atrasada...Sin nadie saber porque...

— ¡Muchacho, mi espada!

Grito a modo de orden el Verdugo de Calais hacía un joven que estaba parado en la escalera de la tarima.; La Reina Consorte dirigió su rostro hacía donde suponía que estaba aquel muchacho y el arma que sería usada para quitarle al fin su desdichada y triste vida de los últimos meses.

Pero no veía a nadie. Por impulso, levantó su vista al cielo, viendo así a unos cuervos negros salir volando de una de las paredes adyacentes de aquel gran patio de la Torre.

En ese instante, los ojos de la Reina se volvieron más claros, se llenaron de paz.; Altivo su cuello y su rostro, ya no decía más su oración en voz alta, solo la pensaba para sí.

Fue entonces cuando sintió aquella fría y filosa hoja de la espada cortando su nuca y arrebatándole su cabeza de raíz. Forzándola así a abandonar esa vida que anto daño le había dejado...

Los presentes se quedaron en silencio respetuoso ante su reina fallecida. Varios rompieron en llanto silencioso, otros no sabían que hacer ante este momento tan horrible y frío por parte de su Rey.


* Al suroeste de Essex..*

— ¡Puja María! ¡Hazlo a la cuenta de 3!1...2....¡3!

Gritaba la partera a la par que se oía el grito desaforado de María al pujar una última vez para conseguir que su hija naciese al fin.

Segundos después, la habitación fue inundada por un llanto de bebé; En ese instante la flamante madre relajó todo su cuerpo e intentó recuperar el aliento tras tanto esfuerzo físico. Lo más que pudiese..

— Es una niña sana..

Dijo la otra partera mientras cargaba a la pequeña recién nacida mientras la envolvía en una toalla con sumo cuidado y la llevó al lado de su flamante madre para que ésta la viese y la cargase, si era que se sentía bien para hacerlo.

María se acomodó en la cama y sujetó con sumo cuidado entre sus brazos a la pequeña recién nacida. Soltó un suspiro al verla allí. Tanto esfuerzo y había valido la pena completamente.; Era tan pequeña, tan frágil, tan pálida. Demasiado para el tiempo de vida que tenía.

La mayor de las Bolena's tomó la pequeña manito de su bebé con su dedo indice. Solo allí la niña dio una señal de vida. Apenas se removió con el contacto de su madre.

— Te has hecho desear mucho, mi pequeña.. Dime porqué..

Musitó la madre con voz entrecortada y emocionada. Aún no hallaba una respuesta ante aquella tardanza que había sufrido por par de su hija quién parecía no querer nacer cuando se suponía que debía hacerlo.

Tardó casi más de dos semanas en nacer pasada la fecha en la que se suponía que lo hiciese.; No había una explicación lógica. Y la única respuesta que encontraba en su pequeña era un intento fallido de la misma al intentar abrir sus pequeños ojitos sin éxito alguno.

María seguía tocando su pequeña manita, pensando para sí, buscando una respuesta. Viendo como su niña quería despertar y no podía hacerlo. Estaba embobada ante la belleza inocente y pura de su niña que no se había percatado de que sus dos hijos mayores estaba allí.

— Madre.. ¿Como se llamará?

Preguntaba la mayor de los hermanos, Catherine sentándose en la punta de la cama donde su madre estaba, al lado suyo, su hermano Henry también lo hacía.

María levantó su vista hacía sus hijos mayores y se quedó viendoles confusa y pensativa. Había estado segura que sería un niño y tenía el nombre de varón pensado, ¿Pero de niña? No había estado segura de como llamarle.

— Deberíamos pensar un nombre bueno para ella...

Decía William Stafford mientras ingresaba un poco tímido en la habitación. Se llevó la mirada de sus hijastros pero no de molestía sino de aprobación. Si había algo algo que rescatar era la excelente relación padre-hijos que tenía William para con los pequeños Henry y Catherine. Y como ellos habían cuidado a su madre durante su embarazo y las ansias por conocer a su hermanita ahora eran más aires de querer cuidarla que de la preocupación que habían tenido las utimas semanas por su no pronto nacimiento.

Se imaginó el nombre de su madre "Elizabeth", pero no. Su sobrina ya era llamada así y no quería confusiones. Luego el nombre "Margareth" cruzó su mente, pero rápidamente la imagen de su hermana atravesó su mente y esa imagen se quedó allí como atascada.

— Sirianne.. Su nombre es Sirianne.

Pronunció de forma inconsciente María manteniendo su vista en su pequeña hija recién nacida quién parecía estar esbozando una sonrisa tenue en sus pequeños y rosados labios.

Bolena levantó su mirada a sus hijos mayores y a su esposo y éstos le sonrieron a la par que asentaban.

Un nombre muy apropiado para la niña.; Pero la inconsciencia de la madre tenía su razón al igual que el prolongamiento del nacer de la nueva integrante de la familia.

¿Cuál era esa razón?... El renacer de un alma condenada...

SiriAnne...

⚜The Tudors: El renacer de una Reina⚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora