10. Obsequios y reunión

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× Tarde de agosto 25, 1549×

"El tiempo vendrá...

Siempre viene por nosotros y cuando menos lo esperamos, llega para llevarnos. Dejándonos el consuelo de que parte de nosotros siempre quedará en aquellos que amamos. Nuestros corazones laterán como uno, viviremos como uno, sentiremos como uno.

Pero más allá de ellos, tu eres mi corazón, mi vida, mi alma. Sin importar qué, quién, cuándo, cómo o porqué...Siempre estaré en ti como tú en mi."

Lady Elizabeth se encontraba en los jardines del Palacio.

Detrás de ella, dos doncellas que la seguían a todas partes, siempre atentas a lo que la joven princesa pudiese o no necesitar. Eso sí, dos pasos detrás de ella, queriendo darle así un poco de espacio personal.

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La joven pelirroja no desprendía su mirada de aquel pequeño libro que se encontraba entre sus manos, leyendo aquellas palabras para sí. Cada día se tomaba el tiempo para leer algunas de sus páginas, poco a poco, con calma, queriendo así seguir conociendo a aquella que hizo tanto por ella, quién le dio la vida y la amó cuando, quizás, nadie más lo hizo: su madre. A través de ese diario, la princesa se sumía en la vida de su antecesora, y cada vez que leía una linea que sabía que era exactamente dedicada a ella, tocaba el relicario que colgaba de su cuello. Un sensillo relicario de plata adornado con piedras preciosas, y dentro de el se escondía un pequeñísimo mechón de cabello de la madre y un pequeño retrato de la misma. Le había sido entregado a la edad de años por una de las doncellas de su madre, la única de confianza que se encontró con ella incluso en la Torre, y fue por ello que consiguió su diario para así poder entregárselo a la niña tal como la mujer quería.

Cerró el diario y lo mantuvo entre sus manos.

Se adentró en el camino que daba a la fuente central. Y una vez que llegó hasta allí, se sentó en el borde de la misma.

Se quedó pensando unos momentos. Ahora las palabras de su madre cobraban sentido "El tiempo siempre viene por nosotros". Su padre estaba en el borde de la muerte. Todo lo que hizo, todo lo que le vio hacer, por más que le doliese, era su padre y no quería perderlo, no ahora cuando todo parecía ir mejorando.

Claro que no iba a quedarse sola, tenía a Lady de Cleves, a Lady Parr, a sus primas que ahora se encontraban en la corte con ellas, pese a no haberlas visto demasiado más que en compañía de la reina. Se tenía que aferrar a aquellos que le quedaban, su familia de sangre y ley.

Soltó un suspiro leve, y al aire, en voz baja casi como un pensamiento soltó

— El tiempo vendrá, siempre viene....


× Anochecer de agosto 25, 1549×

— No puedo creerlo. Es....imposible.

Decía Sirianne al leer la nota que había recibido junto a una caja de plata y forrada del lado interior con seda azul marina. Un color que en verdad resaltaba y hacía resaltar a la vez no solo los aretes de esmeralda sino que además el collar de piedras preciosas (rubíes, zafiros, esmeraldas, pequeños diamantes y demás).

Le era casi inconsevible que alguien pudiese enviarle algo así a ella. Pero sobretodo, la nota le era algo extraña.

Henry Carey ingresaba justo a los aposentos de sus hermanas, tras su ingreso notó que algo sucedía pero no estaba muy seguro de qué se trataba. Pasaba su mirada de su hermana mayor a su hermana menor y luego de unos segundos preguntó.

⚜The Tudors: El renacer de una Reina⚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora