Capítulo 2

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Capítulo 2

DAX

El aire en el pueblo siempre ha sido distinto, como si llevara consigo una calma que no existe en la ciudad. Aquí todo avanza con otro ritmo, uno más lento y pausado. Sentía que, de alguna manera, esa calma se había impregnado en las paredes de la casa donde crecí, una sensación que se había perdido en mi vida agitada en la ciudad.

Me desperté temprano esa mañana, con los primeros rayos del sol filtrándose por las cortinas desgastadas de mi antigua habitación. Apenas había dormido, pero no era el insomnio lo que me mantenía despierto, sino la incomodidad de estar de vuelta, en este lugar que solía llamar hogar. Me froté los ojos, intentando deshacerme de la pesadez que sentía en todo el cuerpo.

Me levanté de la cama con cuidado, notando lo extrañamente grande que se sentía la habitación ahora que era adulto. Mis pies descalzos tocaron el suelo de madera, frío y familiar. Las sábanas nuevas que Ben había puesto eran suaves, pero no lograban borrar la sensación de estar en un lugar ajeno. Miré a mi alrededor, observando los pósters descoloridos en las paredes, los libros polvorientos en las estanterías, y los trofeos olvidados en un rincón. Todo parecía congelado en el tiempo, esperando mi regreso.

Caminé hacia la ventana, sintiendo cada tabla del suelo crujir bajo mi peso. Abrí las cortinas y luego la ventana misma, dejando que la brisa fresca me golpeara el rostro. El aroma a hierba recién cortada y a tierra húmeda inundó mis sentidos, trayendo consigo una oleada de recuerdos que intenté reprimir.

El pueblo seguía igual: pequeñas casas alineadas a lo largo de la calle, con sus tejados rojos y sus jardines bien cuidados. El viejo café al final de la cuadra, con su letrero desgastado balanceándose suavemente con la brisa. Y más allá, los árboles que bordeaban las colinas a lo lejos, sus hojas verdes brillando bajo el sol de la mañana. Nada parecía haber cambiado, pero al mismo tiempo, todo era distinto. Tal vez era yo el que había cambiado.

Me quedé allí un momento, dejando que el sol calentara mi piel, escuchando los sonidos familiares del pueblo despertando. El canto de los pájaros, el ladrido lejano de un perro, el ruido de una cortadora de césped en algún lugar de la calle.

Con un suspiro, me aparté de la ventana y me dirigí al baño. Me lavé la cara con agua fría, intentando despertarme completamente.

Bajé las escaleras, cada escalón crujía bajo mis pies, recordándome que esta casa tenía más historias que contar de las que yo quería escuchar. El aroma a café recién hecho llenaba el aire, guiándome hacia la cocina.

Allí encontré a Ben, mi hermano mayor, moviéndose con energía por la pequeña cocina. Estaba preparando café con su típica energía matutina, tarareando una melodía que no reconocí. Al verme entrar, me sonrió con esa chispa en los ojos que siempre tenía, como si mi presencia fuera lo mejor que le había pasado en todo el día.

—Dormiste como un tronco, hermanito —comentó, sirviéndose una taza de café humeante y alcanzándome otra—. Te ves más descansado. ¿Ya te vas acostumbrando a estar de vuelta?

Tomé la taza que me ofrecía, sintiendo el calor reconfortante en mis manos. El aroma del café me envolvió, trayendo consigo una familiaridad que no sabía que extrañaba.

—No lo sé, Ben —admití, tomando un sorbo de café y dejando que el líquido caliente me reconfortara—. Todo me resulta... extraño.

Ben me miró con comprensión, sus ojos suavizándose un poco. Se apoyó en la encimera de la cocina, sosteniendo su propia taza de café.

—Es normal, has estado fuera mucho tiempo. Pero verás que pronto te sentirás como en casa otra vez —dijo, con una confianza que yo no compartía.

Me limité a asentir, aunque no estaba convencido. No era solo el hecho de haber regresado, sino todo lo que este lugar representaba. Aquí estaban todos los recuerdos que había intentado enterrar, las personas que había dejado atrás, las promesas que nunca se cumplieron. Y Win.

El viento que nos separó (BL) [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora