Escapé, y ahora que?

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Narrador omnisciente

Ashlyn corría sin mirar atrás; sus pasos se escuchaban en las calles adoquinadas. Estaba sola por primera vez en mucho tiempo, sin la vigilancia de sus guardias, sin las miradas expectantes de su madre. Pero la euforia de la libertad duró poco. El peso de la incertidumbre comenzó a caer sobre ella. ¿A dónde iría? ¿Qué haría?

Sus pensamientos volaban mientras sus pies seguían moviéndose por inercia. A su alrededor, la ciudad vivía su rutina diaria, ajena a su huida. Los vendedores gritaban sus precios, los transeúntes charlaban despreocupadamente, y las campanas de la iglesia cercana macaban la hora. Sin embargo, para Ashlyn, todo aquello era una tortura, un ruido de fondo que hacía que su cabeza quisiera explotar.

Se detuvo por un momento en un callejón apartado, apoyándose contra una pared para recuperar el aliento. Se cubrió sus oídos, cerró los ojos, y sintió la brisa fresca acariciar su rostro. Sabía que no podía quedarse allí por mucho tiempo. Eventualmente, los guardias la encontrarían, y su madre no perdonaría esta afrenta. Pero también sabía que no podía volver a esa vida. No quería ser el premio de algún noble arrogante que la consideraba un objeto.

El sonido de pasos apresurados la sacó de su ensueño. Miró hacia el fondo del callejón y su corazón se detuvo un instante. Aiden estaba allí, observándola desde las sombras. No tenía la expresión de un salvador ni la mirada de un enemigo. Estaba tranquilo, como si esperara pacientemente a que ella decidiera qué hacer.

—Te dije que no lograrías escapar si no sigues el plan —dijo Aiden, acercándose despacio. Sus palabras eran secas, sin juicio, pero cargadas de una calma inquietante.

Ashlyn, aún agitada, lo miró con recelo. Había algo en él que la inquietaba, como si no pudiera decidir si era una amenaza o su única opción para salir de todo esto.

—¿Por qué me seguiste? —preguntó con dureza, intentando sonar más fuerte de lo que se sentía.

Aiden se encogió de hombros, como si la respuesta no fuera tan complicada para él.

—Porque a veces la mejor oportunidad no está en lo que se tiene, sino en lo que se persigue —respondió, mirando sus brazaletes. Sus ojos brillaban con un interés que iba más allá de las joyas. Sabía qué había más detrás de esta chica que un simple título.

Ashlyn POV

Mis piernas aún temblaban y el corazón me seguía latiendo rápido. Él estaba ahí, tranquilo como si nada hubiera pasado, y yo, jadeando como si acabara de correr por mi vida. ¿Lo había hecho? Mi instinto me decía que no confiara en él, pero algo en su presencia me hacía pensar que podría ser útil... al menos por ahora. Me enderecé, quitando un mechón de cabello de mi rostro, y lo miré directamente.

—Si piensas que voy a darte las gracias o confiar en ti, te equivocas —dije, manteniendo mi voz firme, aunque dentro de mí seguía la batalla entre la duda y la desesperación.

Él sonrió, una sonrisa leve que no alcanzaba sus ojos.

—No espero que confíes en mí, pero necesitas ayuda si quieres escapar. ¿Tienes algún plan, o tu gran idea era correr sin rumbo hasta que te atraparan? —preguntó con esa misma calma exasperante.

Mis labios se apretaron. Sabía que tenía razón, pero no estaba dispuesta a darle el gusto de admitirlo. Miré alrededor, intentando encontrar una salida, algo que me dijera que no lo necesitaba. Pero las calles ya no parecían tan seguras. Cualquiera podría reconocerme, y sabía' que mi familia estaría moviendo cielo y tierra para traerme de vuelta.

Finalmente, suspiré, rindiéndome a la única opción que parecía razonable en ese momento.

—¿Qué sugieres? —pregunté, mi voz cargada de resignación.

Asintió, satisfecho. Dio un paso hacia mí, pero no para intimidar, sino para que pudiera escuchar lo que me decía sin que nadie más lo hiciera.

—Hay un lugar en los límites de la ciudad, una red de túneles que pocos conocen. Si logramos llegar allí, desaparecerás por completo del radar de tu familia. Nadie sabrá dónde buscarte. —dijo en voz baja —Por cierto, soy Aiden —sus ojos observándome, esperando mi reacción.

Narrador omnisciente

—Lindo nombre, soy Ashlyn —dijo para después analizar su propuesta.

Los túneles sonaban como algo sacado de una historia infantil, pero en ese momento, cualquier cosa era mejor que regresar a la mansión Banner. Aiden hablaba con tal convicción que, por primera vez en mucho tiempo, sintió que tenía una oportunidad real de escapar de su destino.

—Pero hay un precio —añadió Aiden, rompiendo el breve momento de esperanza que ella había sentido.

Ashlyn lo miró con frialdad.

—¿Qué precio? —preguntó, conociendo ya la respuesta.

Aiden señaló los brazaletes en sus muñecas y la peineta en su cabello.

—Esos objetos tienen un valor incalculable en ciertos círculos. A cambio de mi ayuda, quiero uno de ellos —dijo, sin rodeos.

Ashlyn lo observó por un momento, considerando sus palabras. Sabía que esas joyas eran más que simples adornos, eran un símbolo de su estatus, pero también una cadena. Y si renunciar a una parte de su pasado significaba ganarse su libertad, tal vez valdría la pena.

—Tienes un trato —respondió finalmente, quitándose uno de los brazaletes y extendiéndoselo.

Aiden lo tomó, pero no dijo nada. Solo asintió y comenzó a caminar hacia el borde del callejón, señalando que lo siguiera. La verdadera huida acaba de comenzar...

———Espero que les esté gustando la historia———

Do you love me?-AidlynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora