Atlas notó los labios hinchados de su padre pero no dijo nada.
Él no iba a meterse en la relación de sus padres. Mientras lo sigan queriendo él ni tiene nada que decir.
-Hay pastelitos de limón?
-Deben de haber, tu madre sabe que me gustan.
Atlas miró a su padre.
-Papá, si mamá hace pastelitos de limón es porque me gustan no porque te gustan.
-No seas envidioso, hijo.
Atlas se llenó de indignación.
Él no era envidioso.
-Deja yo agarro los pasteles.
Atlas estiró las manos esperando que su padre le pasara el recipiente.
Christopher miró su celular e ignoró a su hijo.
-Papá.
-No cansemos tus flacos brazos.
Él se llevó una mano al corazón.
-Mis brazos no son flacos.
-Si tú lo dices.
-Le diré a mamá que me estás intimidando.
Christopher lo observó de inmediato.
-Ya no se puede ni bromear contigo.
Los dos se miraron y luego sonrieron.
Era una sonrisa casi idéntica.
🍃🍃🍃🍃
-Tu casa es enorme.
Atlas se bajó del auto después de su padre.
-No te quedes parado ahí.
Atlas caminó al lado de su padre.
La puerta se abrió de inmediato.
-Bienvenido, ministro.
La empleada bajó la cabeza.
-Permiso.
Ella se sorprendió al oír la voz masculina de un joven.
Atlas siguió a su padre hasta la cocina.
-Señor ministro.
-Está todo listo?
-Sí, serviremos la comida cuando usted lo ordene.
-Hazlo ahora. Y guarda estos.
Bajó con cuidado el recipiente.
Éste fue un regalo de su parte para la morena. Ella lo cuidaba con sumo cuidado.
-Ten cuidado con el recipiente no quiero ver ni un solo rasguño. Los pasteles se servirán en la merienda.
-Sí, señor ministro.
Atlas solo se quedó observando desde atrás.
Su padre era tan genial. Nunca lo había visto usando su poder como ministro.
-Vamos.
Él solo lo siguió como un cachorro.
-Esta casa ha estado con nosotros durante bastante tiempo. Era de mi abuelo y luego de mi padre, ahora es mío. Ha ido de generación en generación.
-Eso es genial.
-Hay una cancha de basquet, luego te llevaré ahí.
-Sí!